Escritores, poetas, periodistas y seguramente enamorados con esperanzas marchitas se han enfrentado a la hoja en blanco. Un asunto que lleva sin remedio a la desesperación y hasta la blasfemia contra sí mismo. No tener tema o tenerlo y no saber cómo plantearlo para que sea atractivo, interesante y conlleve al interés del lector, suele convertirse en verdadero dolor de cabeza.