A los actos hay que llamarlos por su nombre y darle su justo reconocimiento; se aplauden cuanto aciertan y se corrigen cuando no. La decisión de cambiar el teatro de operaciones de los tristemente célebres ‘jet ski’ –de sur a norte en la bahía de Sprat Bight– es como decidir entre vender el sofá o la sala. No cambia la raíz del problema y además, sí lesiona a otra comunidad, que desde mi punto de vista es más importante: nuestros jóvenes deportistas.