En Colombia pareciera difícil encontrar una región donde casi de manera unánime propios y extraños concuerden en que es un ‘remanso de paz’, como lo es el Departamento Archipiélago. San Andrés es una bendición para el viajero que la visita como para quien tiene la dicha de vivir en estas “ínsulas”, como las denomina un conocido huésped de las páginas de este periódico.

La vida para muchos es una anquilosada trampa; desde la primera inhalación de oxígeno hasta el último suspiro. Para mí no es necesariamente siempre una trampa sino una serie de oportunidades y opciones (de las cuales hay que escoger la mejor, de acuerdo con las circunstancias y posibilidades de cada quien). Siempre.

The Last China Closet (Sánchez, UNAL, 2009) es un libro hermoso. Evoca con nostalgia el increíble legado histórico y cultural internacional de nuestras islas y el sincretismo que sustenta nuestra identidad. Cada casa tenía uno donde se guardaban la porcelana, cubiertos y objetos de gran valor emocional de uso no cotidiano.

Cuando pequeña me gustaba mucho observar el recorrido de las hormigas, el desarrollo y metamorfosis de las ranitas en el swamp de Zotas, la transformación de las mariposas amarillas en el wild coffee tree y la viveza de mi gato ‘Gutum’ con los ratones que se atrevían a merodear por la casa.

Voy a empezar por traerles una historia, para poder seguir la línea de este artículo, me parece pertinente. En un reino muy lejano, vivía un rey acosado por su soberbia y su gusto por la moda; cansado de usar los mismos vestidos y las mismas telas, convocó a todos los sastres del reino, pidió de cada uno su mejor vestido.

A propósito de la Copa América que tiene lugar en Chile, en el país se ha desatado de nuevo la ola amarilla. No más es salir a las calles para ver a casi todo el mundo con la camiseta de la selección Colombia puesta. Un fenómeno de masas visto poco, antes de la era Pekerman.