¿Qué diferencia hay entre un escritor y el dueño de un lápiz? Una comparación tan evidente que, el solo planteamiento parece ser un ejercicio inútil. El escritor, escribe. Pero también imagina, idea, construye. Puede conservar en su cabeza un pensamiento hasta madurarlo como una fruta, y como una fruta, cultivarlo de a poco, darle los visos a un personaje que se construye.

Es probable que nuestros ancestros no hayan imaginado nunca un mundo sin violencia ni muertes puesto que sus vidas eran moldeadas desde el principio para la guerra. La vida no parecía ser sagrada para ellos, sino una presa que saciaba sus delirios de licantropía. Es triste que aún sigamos en esas y Colombia parezca hoy un lugar maldito por cuenta de su guerra de 50 años y el narcotráfico.

El universo del arte pertenece a la reflexión filosófica de la estética. Y la palabra estética tiene que ver con lo bello; con la crítica introversión sobre el arte, la cultura y la naturaleza; con la esencia, la percepción de la belleza. El arte, la belleza, se enreda con lo sensual, con los sentidos y como tal libre (¡debería ser!) de propósitos éticos, morales o políticos (si esto es posible; pero parece que no). Y el campante racismo es un componente de lo político.

Las reglas del juego han cambiado radicalmente en el mundo del petróleo. Ya no son Arabia Saudita y los emiratos del Golfo Pérsico, el grupo de productores capaces de imponer autónomamente el precio en el mercado internacional del petróleo sino que comparten ese poder ahora con los Estados Unidos.

Los habitantes ancestrales del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, tenían por costumbre soplar la concha del ‘caracol pala’ emitiendo un fuerte sonido como de trompeta, para ocasiones especiales que a continuación voy a contar.

Uno de los errores que más cometemos los seres humanos, con excesiva frecuencia, diría yo, es esperar de una sola persona todo. En particular de los políticos y gobernantes. En ello radica, quizás, que tan pronto pasan las elecciones sacamos la mecedora a la puerta de la casa a aguardar que nos pavimenten la calle o nos pongan el acueducto, por poner solo estos dos casos.