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elisleño.com - El diario de San Andrés y Providencia.

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¿Nacidos para perder?

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kentComo cuando llegó el perdido Colón al Caribe, sin saber a dónde, aquí también encontraron un territorio en armoniosa y pacífica convivencia en el momento que pretendieron descubrir las islas del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, para beneficiar a extraños. El fenómeno del raizal en su territorio se asemeja al de los palestinos en la suya, despojados, arrinconados, controlados, dominados… Desplazados en propia tierra.

Los resultados, en sana lógica, no podía ser de otra manera: la paulatina desaparición de principios y valores, en lo social y en lo cultural;  el deterioro acelerado del equilibrio ambiental, en tierra y en el mar,  una creciente complejidad para alcanzar buenos propósitos comunes, un creciente desprecio de la ética y la moral.

Sobre estas islas que osaron llamar ´paraíso´ cayeron todas las plagas: el individualismo, la codicia, ´el capitalismo salvaje´ o sea la rapiña, el monopolio, el ‘todo vale’.

Las islas eran un remanso de paz no por el mar en calma de los pasados días, no por sus múltiples y atractivos colores, no por las vistas del paisaje para contemplar como terapia espiritual y regocijo de almas poéticas, no por las propiedades y espacios únicamente en lo material, no por todo eso; más era por la gente, por su conducta, por sus principios, por su espiritualidad, por sus convicciones, por su alma que asesinaron los ´conquistadores´.

Abiertos y desprendidos el pueblo raizal acogió siempre a todos, aún a gente que por su comportamiento se les oyó decirles repetidamente “fucking paña”, sin discriminar y muy humanitarios.

Pero ya no hay más que dar que no sea seguir perdiendo lo esencial para la pervivencia del pueblo raizal.

En los 60s los nativos conservaban todavía el 90 por ciento de los predios, de los espacios, de los terrenos en toda la isla de San Andrés y 50 años después, solo mantienen el 45 por ciento de las tierras, las menos valoradas, las menos incorporadas a las actividades económicas dominante.

Los nativos, por lo general, no comercializaron sus predios. Cómo, si no conocieron su valor comercial, vendieron por la presión, en la generalidad de casos, por la insistencia y encantos del comprador, por la necesidad de atender necesidades de salud y de educación universitaria de su familia o en menor medida, para hacerse a un carro para taxi o lancha para pasajeros a los cayos cercanos.

La zona norte, con playas y con aeropuerto, antes era de menor producción de cocos, con humedales, por lo que el nativo no lo relacionaba a su nuevo valor para los negocios que el puerto libre estaba generando.

Pero aunque algunos establecieron servicios de hospedaje, pronto fueron sacados del mercado por los nuevos hoteles que los dueños de los almacenes fueron estableciendo para sus clientes.

Los negocios, llámese almacenes y hoteles, quedaron en limitadas manos y los servicios accesorios restaurantes y sitios de diversión también giraron en torno a las otras inversiones del mismo capital.

Quedaron para nativos el transporte por tierra y por mar que las algunas expansiones con todos los servicios incluidos también han absorbido y desplazado.

Y creció la población, primero  por la llegada en cantidades, toda una avalancha, de todos de todas partes, y luego los nacimientos, la reproducción en el sitio, para resultar hoy en una isla oceánica con la mayor densidad, por encima de tres mil habitantes por kilómetro cuadrado cuando hace medio siglo era de menos de 400 personas por cada kilómetro cuadrado.

La autosuficiencia con que vivieron los nativos antes del puerto libre fue suplantada por la traída de casi todo por avión para satisfacer la demanda del turista pero condicionando al local a las mismas necesidades y a los mismos precios.

Si algo no representaba presión alguna para el raizal antes, era la supervivencia, estaba sobrado de comida y atendido solidariamente en las otras necesidades generales.

Las islas han cambiado drásticamente, severamente para perjuicio de los originarios, la oferta laboral paga poco, el poder adquisitivo insular es disminuido en comparación con el promedio nacional, y un salario diferencial no parece práctico.

Entonces queremos incorporar actividades para empoderar al originario, al nativo, al residente frente a la demanda imperante.

Queremos entrar a producir lo que más se vende, lo que más se necesita: alimentos.

La idea de establecer unidades de producción de tilapias (peces) y verduras en una técnica óptima, con financiación oficial, al igual de las posadas nativas, será una forma efectiva de empoderar y hacer crecer a la comunidad isleña frente al reto de romper la curva de empobrecimiento que hoy padece.

Pero como en una obra de Franz Kafka, el proyecto de acuaponía para las islas tiene todos los obstáculos, los más absurdos, palos en la rueda para que los de abajo no tengan una segunda  oportunidad.

La tilapia es un pescado con mercado en el consumo hotelero local, pero existe impedimentos en las autoridades ambientales para su producción local, temen por sus características depredadoras frente a otras especies, lo cual es cierto, pero en lagos, lagunas y ríos.

Está garantizado que no sobreviven en el mar y aquí no hay ríos, ni lagos, ni lagunas, estarían bajo control total en cautiverio absoluto en los tanques que se deben instalar para su engorde dentro del programa.

Parece que todo los del pobre es robado, como que después del coco, que ya no es negocio ni quedaron espacios por si lo fuera, no hay actividad para demostrar que con esfuerzo y trabajo, pero con apoyo del presupuesto podemos obtener oportunidades para el de abajo, en bloque, para equilibrar socio-económicamente las condiciones.

No nacimos para perder, hay que encontrar salidas económicas para que esta isla no se la lleve la delincuencia feroz. Que desde el hogar las familias se incorporen a la competitividad, al auto empleo, para conservar sus tierras y sus propiedades.

Última actualización ( Sábado, 30 de Agosto de 2014 07:34 )  

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