Pronostican los expertos en temas electorales que el nuevo congreso que se elegirá mañana en Colombia será nuevo pero no renovado. En el Senado, por ejemplo, el 90% de sus integrantes actuales será reelegido. Y en la Cámara de Representantes el 60%. El restante 40% de las curules de esta corporación quedaría en manos de las mismas dinastías políticas que hoy la controlan o de personas apoyadas por congresistas en ejercicio.
En fin, no habrá sorpresa. Todo seguirá igual.
Las elecciones de este domingo 9 de marzo de 2014 no prometen entonces un cambio alentador de las costumbres y protagonistas de nuestra atribulada historia política. Por tanto, el desastre de las componendas y trapisondas seguirá y la esquizofrenia de la corrupción continuará su curso actual. La esperanza por un futuro mejor se esfuma otra vez.
Es lamentable que las cosas pinten así. Colombia merece una mejor suerte. Nuestra democracia requiere inexorablemente una inyección de sangre nueva e ideas innovadoras. Por eso, aquellos que sueñan con un país distinto donde exista mayor comprensión y menos enfrentamientos verbales y físicos, son los que deberían ser escogidos mañana para el Congreso de la República.
Eso me gustaría ver. Gente realmente comprometida con la construcción de un Estado fuerte, cuyas instituciones generen verdadera confianza y se acerquen más al ciudadano de a pie que al poderoso. Y de corazón quiero que las regiones tomen la decisión acertada y escojan a los candidatos que no tengan mancha y hayan demostrado con sus acciones auténtico interés por el progreso social.
No vote por nadie, si es lo que su conciencia le dicta. Es su derecho, además. Pero si lo va hacer, hágalo por quien lo merezca, por aquel que haya dado ejemplo de respeto por la ley y promovido la defensa de los intereses comunes, no por quien le pague unos devaluados miles de pesos o le prometa más de la cuenta, ya que luego no tendrá derecho a reclamar nada, ni a echarle la culpa a nadie de su mala fortuna.
Póngase a pensar antes de votar en manos de quien va poner el país o su departamento. No olvide que toda decisión que se toma en la vida trae sus consecuencias. Por tanto, si hace una buena elección es mucho más factible que sus hijos puedan vivir en una Colombia más justa.
Decía Churchill que “la democracia es el peor sistema de gobierno fuera de todos los demás que se han probado”. No lo dudo. Sin embargo, creo yo, es el único susceptible de ser mejorado de manera pacífica y sin convulsión. Los jóvenes de 18 a 25 años, que cuentan con gran fuerza nacional, tienen que actuar para que el congreso que se inaugure el próximo 20 de julio no sea el mismo que vaticinan los expertos.
El voto en blanco es una estafa. No sirve para nada. Y quedarse en casa facilita las cosas de los vampiros del Erario. Votar amarrado o comprado es un suicidio. Cuándo es que vamos a manifestar el cansancio que nos dejan cada 4 años la perversidad y las arbitrariedades impiadosas de los parlamentarios, no todos, por supuesto.
Bien juzgaba alguien esta semana que ya pasó, a propósito del caso de Emilio Tapias, que en Colombia no hay castigo social contra los corruptos al notar que este señor fue visto muy campante asistiendo a fiestas y restaurantes costosos con mucha gente sin que ninguno de sus acompañantes le importara que la plata con la que pagaba la cuenta era robada, incluso a ellos mismos. Eso tiene que cambiar.
Los periodistas solemos preguntar a los políticos y a otros personajes cómo quieren ser recordados por la historia. Pero yo quiero hacerle esa misma pregunta hoy a los votantes: ¿cómo quieren ser recordados? Los ciudadanos están por encima de los políticos.
COLETILLA: “Todo modelo de Estado tiene que promover la justicia social, la convivencia pacífica, la dignidad y la prosperidad general, y tiene que permitir que lo vigilen y lo critiquen”, William Ospina.
