De haberse desarrollado debidamente la Ley 115 de 1994, Colombia no tendría esa figura lánguida de mano extendida acurrucada en una esquina de América implorando la esquiva “paz estable y duradera” que transita resbaladizas sendas, como en esos cuentos de hadas donde hay casas de chocolate y caminos de mermelada.
La Ley –que según Boris Montes de Oca, expresidente de Fecode, establece la “estructura de la reforma educativa más comprensiva de la historia de Colombia”–, formuló una nueva educación pública para un país “que en materia educativa espera una redefinición de la educación pública más fortalecida, más eficiente y de mayor calidad…”; sin embargo, luego de dos décadas largas de su vigencia seguimos esperando que se cumpla esa redefinición.
Por ejemplo, el artículo 5, ‘Los fines de la educación’, numeral 9, dice que la Educación atenderá “El desarrollo de la capacidad crítica, reflexiva y analítica (de los estudiantes) que fortalezca el avance científico y tecnológico nacional, orientado con prioridad al mejoramiento cultural y de la calidad de vida de la población, a la participación en la búsqueda de alternativas de solución a los problemas y al progreso social y económico del país”.
Sabido el papel preponderante que tiene la ciencia en la vida del ser humano, corresponde a la Escuela demostrar su relevancia y despertar en el estudiante el ánimo de participar en las cuestiones científicas que le atañen.
El mejor ejemplo lo tenemos con la invención de la dinamita que bien usada ayuda al progreso de las ciudades y la minería; o para la destrucción y la barbarie de la humanidad. Agobiado por las consecuencias nefastas de la pólvora puesto que los conflictos bélicos serían mucho más cruentos y devastadores, su creador, el sueco Alfred Nobel, “concibió la idea de destinar la mayor parte de su fortuna a incentivar los mejores esfuerzos del hombre en diversos campos de la ciencia, las artes o la diplomacia, cultivadas en favor de la humanidad”, tratando de minimizar el daño causado.
Sin conocer cómo es hoy el trabajo de la Escuela, de nuestros gobernantes y demás entidades en el Departamento en la formación de una cultura de ciencia para la sana convivencia, recordamos que en tiempos no muy pasados existía en la IEs del Departamento el Proyecto ONDAS liderado por COLCIENCIAS que utilizaba la investigación como estrategia pedagógica.
Registremos que, por ejemplo, el Departamento del Huila tiene para este año 2017 algo así como 437 Proyectos ONDAS en ejecución, de los cuales 36 corresponden al municipio de La Plata, con un número de habitantes un poco menor que los que habitan en este territorio insular.
En ese ambiente, los niños se forman sabiendo que sus conocimientos puede ser aplicados para solucionar problemas en sus comunidades; es el caso de los estudiantes de 4º y 5º de primaria, de la sede ‘La Chapa’ del Centro Educativo ‘Pozo Azul’, en el municipio de Palmas del Socorro en el departamento de Santander con sus “Proyectos productivos como el abono orgánico, el cultivo de micorrizas (hongos), la elaboración de jabón de sábila, el cultivo de la flor de Jamaica y la elaboración de perfumes a base de jugo de caña de maíz”.
Estudiantes del Colegio Jhon F. Kennedy de Barrancabermeja han obtenido plástico con la pepa del mango Tommy y ahora lo hacen a partir de las escamas de pescado, con el que fabrican “bolsas plásticas, forros para celular, collares, entre otros elementos”, según vanguardia.com.
Generalmente en el aula el niño no aprende a explorar y conocer el mundo, por el contrario, se le inhibe su natural curiosidad de explorar, malogrando una cultura de la investigación sin la que no habrá desarrollo de la ciencia. “No les permiten explorar y conocer el mundo”, sentencia el profesor Manuel Octavio Galán Amadorde la Tecnológica Fitec, en Bucaramanga.
Este periódico reseñaba hace poco un trabajo de repoblación de corales, proyecto al cual podrían sumarse los niños desde el colegio comprometiéndolos con la salud del mar; para ello, obviamente, se necesitan instituciones amantes de la ciencia que lleven al estudiante a involucrarse “en la búsqueda de alternativas de solución a los problemas y al progreso social y económico del país” y de la región.
Todos los años se celebra en la semana del 11 de noviembre la Semana de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo a iniciativa de la UNESCO. Este año, con el lema: “Una ciencia para el entendimiento mundial”, la UNESCO convidó a los países del mundo a unirse a la celebración buscando demostrar “que el entendimiento mundial es fundamental para la paz y el desarrollo sostenible, ya que promueve el compromiso de los individuos y las comunidades locales de compartir el conocimiento con el que lograr un cambio en nuestros comportamientos”.
¿Cuándo nos uniremos nosotros?
