Las niñas mamás

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Uno de esos problemas es el que se refiere al embarazo de adolescentes, generalmente no deseado. Es el caso de ‘Sofía’ (el nombre es lo de menos), de 20 años, abandonó el estudio en octavo grado al quedar embarazada por primera vez y desde entonces no he vuelto a estudiar más. Hoy tiene tres hijos. Ella quiere ahora que sus hijos tengan la oportunidad de ir a la escuela y estudiar, pues sabe muy bien todo lo que significa el estudio y la formación para el trabajo, que perdió en octavo grado. No quiere que sus hijos repitan su tragedia.

‘Sofías’ hay millones más. Según informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas 2018 (UNFPA), por cada 1.000 niñas (15-19 años) hay 46 nacimientos en el mundo; en América Latina y el Caribe son 66,5 nacimientos.

Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, dice que estos nacimientos prematuros “Afectan principalmente a las poblaciones que viven en condiciones de vulnerabilidad y muestran las desigualdades entre y dentro de los países. El embarazo en la adolescencia puede tener un profundo efecto en la salud de las niñas durante su curso de vida (…) No sólo obstaculiza su desarrollo psicosocial, sino que se asocia con resultados deficientes en la salud y con un mayor riesgo de muerte materna. Además, sus hijos están en mayor riesgo de tener una salud más débil y caer en la pobreza”.

Señala el informe de la ONU que la mortalidad materna es una de las principales causas de muerte en las adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años en las Américas: en 2014, fallecieron alrededor de 1900 niñas y jóvenes durante el embarazo, el parto y el posparto. En el mundo, en países de ingreso bajo y mediano el riesgo de muerte materna, se duplica en madres más jóvenes de 15 años. Las muertes perinatales son un 50% más alta entre recién nacidos de madres menores de 20 años comparado con los recién nacidos de madres de 20 a 29 años, concluye el informe.

En Colombia, de acuerdo con el DANE, en 2019 nacieron 128.665 bebés (19,82% del total nacional) cuyas madres oscilaban entre 10-14 años (4,22%) y 15-19 años. Para el caso del Departamento, de los 782 nacimientos ocurridos en 2018, dos (0,25%) fueron de madres con edades entre 10-14 años y 108 (10,81%), entre 15-19 años.

Como se ve, ‘Sofía’ no camina sola este camino de desesperanza. Y sus hijos, tampoco.

Un estudio del Ministerio de Salud en 2015 cataloga los determinantes sociales del embarazo en adolescentes en dos grupos: Próximos (factores biológicos y de comportamiento) y Distales e Intermedios (factores estructurales, contextuales e interpersonales). El problema, por tanto, es más complejo de lo que a simple vista parece y urge involucrar a muchos y variados agentes y no limitarse a campañas tantas veces intrascendentes, pero no faltan los que quedan contentos.

Hoy, gobiernos y organismos internacionales reconocen la existencia del problema y su gravedad. Uruguay en 2003 inició la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes (DPEA), rápidamente adoptado en países de América Latina; en 2007 se impulsó a nivel global, señalando el 26 de septiembre como el Día Mundial de Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes

Pero también es cierto que otros actúan como si el problema no existiera o no les incumbiera. Por ejemplo, el tema no es tenido en cuenta en el PD “Todos por un nuevo comienzo”, quizás porque 110 embarazos de adolescentes no sea significativo.

Entidades como el ICBF se han apersonado del tema (campaña #YoCuidoMiFuturo); el MEN, por su parte, estipula que “La enseñanza prevista en el artículo 14 de la Ley 115 de 1994 (la educación sexual, entre otras), se cumplirá bajo la modalidad de proyectos pedagógicos”, que estimulen la reflexión y el pensamiento crítico, así como las habilidades socio-emocionales, el autocontrol, la autoestima y la resolución de conflictos, según plantea Sara Van Wie, especialista en temas de género del Banco Mundial,

Concluyamos: el problema del embarazo adolescente es reconocido y se han tratado de dar soluciones; la Escuela es conminada a formar a sus estudiantes en el tema, pero como las cosas no dan señal de mejorar, nos identificamos con la comunicadora Diana Navarro cuando afirma que “a lo mejor no estamos atacando la situación de la manera correcta (…) En algo estamos fallando y es lo que debemos intentar corregir o mejorar”.

La Escuela y sus autoridades tienen la palabra.