De los territorios de Ultramar a la Comisión de la Verdad

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María Matilde Rodríguez es tan cercana como decir hermana, prima, comadre. Confluyen en ella la espiritualidad, la poesía, la compasión, el rigor, la generosidad, que la han convertido en un puerto seguro donde llegar.

Cuando la conocí, pasaba horas preguntando cómo se fabrican las ideas y cuáles podrían ser los oficios más auténticos de los seres humanos. Hacía preguntas sobre el mar y la relación personal que cada uno tenía con la playa y con el agua salada. Metódicamente anotaba los detalles de las respuestas que reposaban en su asombro para luego convertirlas en alguna historia de esas que ponen a temblar.

La he visto hipnotizar auditorios enteros con el hechizo de su voz. Hablar de barrer las nubes, con la misma contundencia con que busca sin descanso las leyes y las normas que le muestran los caminos para defender y orientar ángeles caídos, ingenuos o incomprendidos. En todo caso, almas en pena. O para ordenar el territorio, o para que los recursos lleguen a quien corresponde, o para organizar y gestionar iniciativas como la Feria del Libro ‘La Raya en el Ojo’, que no son otra cosa que proyectos de felicidad colectiva.

La he visto crecer en sabiduría y conocimiento y siempre he admirado la capacidad que tiene de escuchar y conectarse con los otros, a quienes no discrimina ni encajona porque tiene la extraña habilidad de ver siempre lo positivo y la luz aun en medio de la desgracia.

Después de mirar desde la orilla, se adentró en el mar y descubrió la tragedia de los desaparecidos. Entonces buscó a sus madres y parientes para darles consuelo y esperanza. Logró lo impensable. Que por fin se mirara al Departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina como un territorio golpeado por la violencia y la indiferencia del continente.

Desde la Comisaría de Familia transformó el desasosiego más profundo de víctimas y victimarios en bellas cartas que narran los peores horrores de la condición humana.

Más tarde desde la Academia, como rectora de Infotep, se inventó todas las estrategias posibles para motivar a los ‘desertores’ del conocimiento. Nuevamente la vi en los barrios hablando con madres, vecinos, amigos, tratando de explicarles que sí es posible una vida distinta. Y lo hizo con la misma convicción con que recibe todo aquel que toca a su puerta y no tiene que pedir ayuda. Ella sabe leer los corazones. Es gitana.

No es mi objetivo enumerar cada una de sus acciones, porque este texto no se trata de eso.

Quiero expresarte Mariamatilde, mi apoyo incondicional a tu valiente postulación para integrar la Comisión de la Verdad. Estoy segura que las víctimas encontrarán en ti, un puerto seguro a donde llegar. Ojalá tu voz sea la de los silenciados.

Esperamos que las mujeres del Vichada, las organizaciones y colectivos del territorio de Ultramar y tus amigos que te apoyamos, recibamos la buena noticia de tenerte en la Comisión de la Verdad, para narrar y sanar por fin el agobio que nos oprime. Nos lo merecemos.

Nadie sabe más que tú de narrar, y de decir la verdad.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.

Última actualización ( Martes, 22 de Septiembre de 2020 16:12 )