Huracán, la amenaza latente...

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Un estudio realizado entre la Corporación Coralina, la Universidad Nacional y la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas (CEMarin) permitió identificar que San Andrés, Providencia y Santa Catalina, tienen una alta vulnerabilidad ante eventos extremos, tanto por las condiciones físicas de los mismos huracanes como por las condiciones sociales de exposición, fragilidad y capacidad de adaptación y resiliencia respecto a los tipos de vivienda y a los sistemas de drenaje existentes en las islas.

Estos indicios son el resultado de un experimento que llevó a cabo el mencionado equipo multidisciplinario, con el que trataron de reproducir y caracterizar algunas amenazas que tiene esta zona del país, por medio de mediciones en campo y por modelación temática.

Según explicó el experto, con el huracán vienen tres elementos básicos: el primero son los vientos huracanados, que viajan a grandes velocidades. Por ejemplo, un huracán de categoría cinco puede producir vientos que viajan de los 200 a 250 kilómetros por hora, y suelen ser devastadores. Sin embargo, a medida que baja la categoría también disminuye la velocidad. Para el caso de Providencia, estos vientos fueron modelados, cuantificados y validados con información satelital y otros datos.

La segunda amenaza es la inundación urbana que ocurre cuando de un huracán se despliegan grandes cantidades de agua lluvia en poco tiempo. En el caso de San Andrés, normalmente puede llover 800 milímetros de agua al año, pero en un evento como el del paso de un huracán puede llover hasta 400 milímetros de agua en dos o tres días, es decir que en ese corto tiempo en la isla había llovido lo de casi seis meses.

“Esto se agrava por el hecho de que islas como San Andrés no tienen sistemas de drenajes pluviales funcionales, lo que genera un desbordamiento de las vías, del sistema pluvial que exista haciendo que se sobreeleve el nivel del agua y se inunden las casas”, describe el investigador.

La tercera condición de amenaza que se midió fue la inundación costera, que se refiere a un aumento en el nivel del mar que inunda la costa, y al cual se suman olas más grandes de lo normal (de seis o siete metros). Este y los otros dos fenómenos también fueron modelados y calibrados con una serie de instrumentación y sus resultados se validaron para sacar mapas de cada una de las amenazas.

Los datos arrojados por los mapas se cruzaron con los de dos tipos de vulnerabilidades: física y social. La física está dada por la infraestructura física de las viviendas, es decir, si están hechas de concreto, bahareque o madera.

“Tuvimos que censar las manzanas de la Isla para observar los materiales de las casas, y con esa información definir a qué tipo de pérdida estará asociado el fenómeno de los huracanes, y con base en esa vulnerabilidad física se le da un porcentaje”, señala el experto.

Es decir, mientras que una casa de concreto tiene una vulnerabilidad ante estos fenómenos entre 20 y 30 %, la vulnerabilidad de una de bahareque puede ser del 60 al 70 % para el mismo viento. “Por ejemplo, un viento de 200 o 250 km/h deja en una casa de concreto una vulnerabilidad del 30 %, mientras que ese mismo viento en una de bahareque o de madera puede llevarla al 80 %”, explica el profesor Osorio.

El otro tipo de vulnerabilidad evaluado fue el social, que hace referencia a qué tan listos o no están los habitantes de la Isla para desplazarse, conocer el fenómeno, entender las instrucciones, dónde protegerse, manejar un botiquín, entre otros.

El estudio permitió identificar, por ejemplo, que el 70 % de San Andrés tiene una condición de vulnerabilidad alta frente a estos eventos extremos, tanto por las condiciones físicas de los mismos huracanes como por las condiciones sociales de exposición, fragilidad y capacidad de adaptación y resiliencia respecto a los tipos de vivienda y a los sistemas de drenaje existentes en la Isla.

“Por medio de un equipo multidisciplinar que involucra científicos del área atmosférica, oceanográfica, costera, urbana y del componente de vulnerabilidad, tratamos de reproducir y caracterizar algunas de estas amenazas por medio de mediciones en campo y por modelación matemática,”, refiere el investigador Andrés Fernando Osorio Arias, magíster y doctor en Ciencias y Tecnologías Marinas, profesor de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y director del Grupo de Investigación en Oceanografía e Ingeniería Costeras (Oceánicos).

El estudio, que se hizo en el marco de un convenio de cooperación entre la Corporación Coralina, la UNAL Sedes Medellín y Caribe, y la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas (CEMarin), quería evaluar las amenazas y la condición de vulnerabilidad y de riesgo a la que estarían sometidas las islas por la presencia de estos fenómenos naturales.

Las amenazas del huracán

Según el profesor Osorio, con el huracán vienen tres elementos básicos: el primero son los vientos huracanados, que viajan a grandes velocidades. Por ejemplo, un huracán de categoría 5 puede producir vientos que viajan de los 200 a 250 kilómetros por hora, y suelen ser devastadores. Sin embargo, a medida que baja la categoría también disminuye la velocidad. Para el caso de Providencia, estos vientos fueron modelados, cuantificados y validados con información satelital y otros datos.

La segunda amenaza es la inundación urbana, que ocurre cuando de un huracán se despliegan grandes cantidades de agua lluvia en poco tiempo. En el caso de San Andrés, normalmente puede llover 800 milímetros de agua al año, pero en un evento como el del paso de un huracán puede llover hasta 400 milímetros de agua en dos o tres días, es decir que en ese corto tiempo en la isla había llovido lo de casi seis meses.

“Esto se agrava por el hecho de que islas como San Andrés no tienen sistemas de drenajes pluviales suficientemente funcionales, lo que genera un desbordamiento de las vías, del sistema pluvial que exista haciendo que se sobreeleve el nivel del agua, inundando las casas”, describe el investigador.

La tercera condición de amenaza que se midió fue la inundación costera, que se refiere a un aumento en el nivel del mar que inunda la costa, y al cual se suman olas más grandes de lo normal (de 6 o 7 m). Este y los otros dos fenómenos también fueron modelados y calibrados con una serie de instrumentación y sus resultados se validaron para sacar mapas de cada una de las amenazas.

Los datos arrojados por los mapas se cruzaron con los de dos tipos de vulnerabilidades: física y social. La física está dada por la infraestructura física de las viviendas, es decir, si están hechas de concreto, bahareque o madera.

“Tuvimos que censar las manzanas de la Isla para observar los materiales de las casas, y con esa información definir a qué tipo de pérdida estará asociado el fenómeno de los huracanes, y con base en esa vulnerabilidad física se le da un porcentaje”, señala el experto.

Es decir, mientras que una casa de concreto tiene una vulnerabilidad ante estos fenómenos entre 20 y 30 %, la vulnerabilidad de una de bahareque puede ser del 60 al 70 % para el mismo viento. “Por ejemplo, un viento de 200 o 250 km/h deja en una casa de concreto una vulnerabilidad del 30 %, mientras que ese mismo viento en una de bahareque o de madera puede llevarla al 80 %”, explica el profesor Osorio.

El otro tipo de vulnerabilidad evaluado fue el social, que hace referencia a qué tan listos o no están los habitantes de la Isla para desplazarse, conocer el fenómeno, entender las instrucciones, dónde protegerse, manejar un botiquín, entre otros.

“Todo esto sirve para que, ante un evento de riesgo máximo, como los huracanes Iota y ETA, los decisores de San Andrés y Providencia puedan saber cuál es la preparación que debe tener el Comité Departamental de Riesgo para enfrentarse a futuros eventos climáticos como estos”, adviertió el investigador.

Última actualización ( Martes, 18 de Enero de 2022 08:14 )