
El relato de los tres hombres que alcanzaron la orilla sigue despertando toda clase de conjeturas entre los pobladores del archipiélago, que no cesan de buscar responsables tras lo ocurrido con la motonave Miss Isabel, que se incendió y dejó a tres de sus ocupantes desaparecidos, tras agónicas horas de búsqueda.
Según el pasajero Arístides Salinas Venner, a las 8:30 de la mañana en el trayecto hacia Providencia, se dio la alerta de incendio al capitán Andy Nelson James.
“La conflagración se produjo encima de la escotilla del capitán que con un extinguidor trató de sofocar las llamas que se generaban en la carpa, pero esto fue imposible ante la combustión de varios colchones que avivaron mucho más el fuego” dijo Salinas Venner.
Explosión en la cocina
Ante esta situación el capitán, en medio del nerviosismo general buscó no pudo hallar un cuchillo para soltar el barco salvavidas, tras una segunda explosión que se presentó en la cocina donde estalló el cilindro de gas y propagó la candela hasta incendiarse la cabina de mando, la motonave perdió el gobierno y quedó a la deriva.
Acto seguido Nelson James en medio del desespero tomó el teléfono e hizo un angustioso llamado al guardacostas de la Armada Nacional, pero no logró establecer la comunicación.
“Posteriormente el capitán le entregó a cada uno de los tripulantes un salvavidas y nos fuimos a refugiar detrás de una carga de gaseosas -explicó Salinas Venner-, pero al vernos comprometidos por el fuego, decidimos saltar de la embarcación porque empezaron a quemarse las gaseosas”.
La odisea del mar
“Ya en el agua, el capitán Nelson James se orientó y nos pidió que nos quedáramos juntos en la línea del barco ya que alguien tendría que avistarnos, porque estábamos aproximadamente a unas 10 millas de la Isla de San Andrés el cual divisamos…
Nos quedamos juntos los siete, nadando como perro y tratando de entrar a la isla, pero la fuerte tormenta nos volvió a desorientar y perdimos de vista el rumbo de la isla. Después de la lluvia derivamos hacia el Este muy cerca a Johnny Cay, al cual pretendimos llegar según las sugerencias de capitán, pero fue infructuoso.
Tan cerca pero tan lejos se nos hizo el parque regional, porque después de otro fuerte aguacero, se nos perdió el Johnny Cay otra vez. Tratamos de ingresar para acceder a la bahía por hotel El Isleño pero fue imposible ya que la corriente estaba muy fuerte y nos arrastraba más al sur y así era imposible brasear hacia la costa.
El capitán Nelson James se quejaba de las quemaduras que tenía en la mano y el brazo, y sobre la una de la tarde, le dije al compañero Emerson Bowie Mitchell, vamos a ver si nadamos hasta San Andrés para conseguir ayuda porque nos estamos alejando de la isla.
Tras la insistencia decidimos aventurarnos. Charlie Manuel, le prestó el chaleco salvavidas y nos soltamos a nadar con mutua ayuda. Como a la hora y media de la travesía, sentí un calambre y le pedí al compañero de aventura que me esperara, pero me dijo que tenía que seguir.
Seguí nadando solo con un paso más lento, pero seguro de poder llegar. Me hidrataba con una gaseosa que tenía en la pretina del pantalón. Aproximadamente entre las seis y seis y treinta ingresé por los lados de Villa Helen haciendo señas y lanzado alaridos de auxilio.
La gente que pasaba por el lugar me escuchó e informaron a las autoridades y luego de batallar y atender las indicaciones de los lugareños que alumbran el sitio, fui recogido por una lancha de guardacostas que me transportó hasta el batallón donde me prestaron los primeros auxilios y posteriormente me llevaron a la Clínica Villareal donde fui hospitalizado”
Gracias a Dios
Después del dramático relato, este valeroso deportista, albañil y carpintero de profesión, tras esta cruel aventura, agradeció a Dios por la oportunidad para ver nuevamente a sus hijas, su única razón de vida. “Por ellas saqué fuerzas de la nada, para regresar a casa”, concluyó.
Más tarde en el hospital, una vez ingresó Juan Livingston Henry, le preguntó por los otros náufragos y este le contó que los tiburones que merodean el área, los mordieron y terminaron desangrándose.
Sus padres Adolf y Lianta, sus hermanos, familiares y su compañera sentimental Leticia, Jiménez con la que tiene dos hijas; gratificaron a Dios por traer nuevamente a su hijo, esposo y amigo nuevamente a casa… Tan cerca pero tan lejos.



















