Abría la boca y se tragaba mis palabras. Abría los ojos y me desvestía. Luego me lamió. Pensé en gritarle “¡violador!". Armar una bullaranga en el autobús. Que los demás pasajeros supieran que acababa de restregar su miembro erecto en mis piernas.
No valió que le sostuviera la mirada. Estaba vuelto un salvaje. Yo había practicado mentalmente lo que haría si esto pasaba. Yo, enfrentándolo con manotazos, pegándole con lo que llevara en la mano... Yo, pidiendo ayuda… Yo, evitando que esto pasara… Nada de esto ocurrió.
Tiene la lengua llena de espinas. Cuando me bajé del bus, me vi toda ensangrentada. Si hubiera una secta secreta para matar violadores, no lo dudaría; ahí estuviera, armando la arenga para compartir en el grupo secreto. Hablando de mi vivencia. O guardando silencio para encontrarme con cada historia. La historia de las condenadas por nacer mujer.
No existe ninguna secta ni nada por el estilo. Leí en una publicación en la red social Facebook que una mujer joven de alrededor veinte cinco años grabó con su celular al hombre que se masturbaba viéndola mientras ella recibía la resolana del sol. Los violadores tienen una predilección por los parques, sobre todo cuando están casi desiertos, se les llena la mente de mucha sangre. De sangre espesa como el petróleo.
Vaya a saber qué les pasa por la mente. Y más confuso: ¿qué les pasa por la mente a quienes comentaron, exponiéndola, sosteniendo que a ella le gustó? ¿Que por qué estaba ahí si ya empezaba a caer la noche? Como que no bastara con que aquel hombre le lamiera su dignidad.
Me gusta recibir la resolana del sol, como aquella mujer. Sentarme sobre las seis de la tarde en algún lugar poco trajinado y esperar a que los poros de la piel se me abran y por ahí entre la tibieza de la luz.
Ahí estaba este hombre acechando su intimidad. Por la ventanilla del auto bus veía la fluctuación del día. Hasta que aquel hombre le paso por la mente algo…
Según la Organización Mundial de la Salud (WHO) por sus siglas en inglés, la violencia sexual es "todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona".
Ante las violencias sexuales hay que armar un alboroto, una bullaranga…
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.