Las esperanzas a veces se cruzan con ásperas realidades. Para las islas aún hay mucho por hacer en relación al Caribe y a pesar de que hay varios frentes abiertos, vemos pocos avances y queda por verse si se cumplirá el sueño isleño de una reconexión caribeña._Cuatro ideas.
La agenda Caribe aborda intereses estratégicos y no debe soslayar las preocupaciones isleñas ni el potencial del pueblo raizal angloisleño de generar integración y cooperación, favorecido por nuestras conexiones comunes de tipo étnicas, históricas, culturales y lingüísticas.
Sin embargo, para las islas es muy importante activar el diálogo político-diplomático con Nicaragua y perseguir una apertura comercial con dicho país para –entre otras cosas– abaratar su costo de vida. Y complementarlo con la cooperación en asuntos de pesca y protección ambiental, como mecanismo para darle la espalda a la pérdida de aguas en La Haya.
El ‘soft power’ de la diplomacia raizal desplegado en el pasado puede convertir la irresuelta disputa territorial en oportunidades para las islas y el país. A través de la cooperación y el diálogo entre ambas comunidades raizales angloparlantes en las fronteras azules, es posible recuperar derechos perdidos en particular de pesca.
El Caribe ocupa un lugar privilegiado para nosotros por la evidente conexión, pero no es de prioridad diplomática, política y económica para el gobierno nacional, como lo fue tiempo atrás por la cuestión de La Haya, el contrapeso al narcotráfico, por ejemplo. Como también por los intentos de consolidar soberanía territorial a través del reconocimiento regional para crear un fait accompli frente al reclamo nicaragüense, algo que ya no tiene la dimensión estratégica ni la relevancia de años atrás y por eso se ha perdido interés en el área.
Colombia siempre ha tenido una política hacia el Caribe, y hacia nuestras islas, de atención coyuntural y esporádica, sin enfoques a largo plazo e impulsada o desestimada por los gobernantes de turno. Las expresiones de buenas intenciones no han llevado a la estructuración y articulación de una política a largo plazo que tenga en cuenta los intereses de las islas. Hay ausencia de una de agenda y acciones dentro de una diplomacia de estado que gane terreno a las promesas.
Pero las islas no se dan por vencidas. Los (pocos) avances ha sido de la mano de la sociedad civil y de organizaciones raizales sin ánimo de lucro, apoyados por la diáspora raizal y los grupos de reivindicación, que han llenado los vacíos no aprovechados por lo gubernamental, como la cooperación con Barbados en temas ambientales y de resiliencia frente a futuros huracanes, el intercambio lingüístico y cultural con Trinidad y la cooperación académica, de producción de televisión e intercambio cultural con Jamaica.
Una ventana de oportunidades
Aún así, sobresalen cuatro frentes de acción nacional que abren ventanas de oportunidades para nuestras islas. Primero, es evidente la prioridad presidencial de una gobernanza medioambiental regional y global, algo donde la reserva Seaflower podría jugar un papel fundamental como referente y punta de laza hacia varios ejes y escenarios estratégicos.
Segundo, una emergente política energética que ante los posibles problemas de abastecimiento nacional de petróleo y gas, podría aprovechar la sobreoferta de potencias petroleros estables como Trinidad y Guyana para importar petróleo y gas y asegurar un grifo energético más barato que desde la muy distante y costosa Qatar. ¿Podríamos importarlos directamente a las islas y evitar intermediarios y costos elevados?
Tercero, de nuevo hay un énfasis en soberanía territorial, que es necesario por la nueva realidad limítrofe, sobre todo con Nicaragua y Jamaica, creada por el fallo de La Haya de 2012. Esto eleva el valor estratégico de la región y del archipiélago, pero no se está atendiendo adecuadamente por distracciones diplomáticas internas y poco se podrá hacer sin avances en los diálogos y la negociación con Nicaragua que se prometió
Y cuarto, la apertura de una conexión y comunicación más fluida para fines meramente comerciales. Por ejemplo, hace poco se inauguraron vuelos entre Bogotá y Guyana y pronto habrá uno entre Bogotá y Trinidad. ¿Por qué no una ruta entre San Andrés y las Corn Islands o Kingston? Satena fácilmente podría cubrirlos.
En los cuatro temas lo nacional y lo isleño se pueden complementar a través de más iniciativas de cooperación triangular de tipo interregional o bilateral. Nuestros cuatro embajadores raizales aspiran a desarrollar modelos de cooperación que favorezcan a las islas pero merecen un mayor apoyo de la cancillería.
Es importante también el enfoque, interés y presión de la Gobernación hacia el Caribe para aprovechar mecanismos de acercamiento que la ley le permite hacer, y que aprovechan otros departamentos fronterizos. Puede comenzar con el acercamiento cultural y comercial con nuestros vecinos más cercanos, las Islas del Maíz (Nicaragua), que quedan a sólo 20 minutos de vuelo desde San Andrés, y donde casi todos los raizales tenemos familia.
Ello sería la cereza en un pastel caribeño aún imaginario. La ausencia de un embajador en Managua pone de relieve la mecánica de los periódicos desintereses y abandonos nacionales a las islas y el Caribe. Allá debe estar un raizal que ponga corazón y mente al acercamiento.
Sólo desde las islas y en unidad podremos superar la promesa como arte de distracción e inacción.
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Este artículo obedece a la opinión y/o discernimiento del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.