¿Existe una pose? ¿Un performance que se asocia al intelectualoide? ¿Deben usarse palabras rebuscadas y rimbombantes, asociar esdrújulas con conexiones improbables y admirar el hamparte con una postura pensativa, mientras elucubra los más existencialistas pensamientos?
¿O se vale ser chismoso, chistoso y parrandero?
Lo primero que yo me atrevería a decir, es que hay artistas como seres humanos, en todos los colores y de todos los contornos. Pero en principio, son los clichés la amenaza más constante. Los artistas son personas, se contradicen, se irritan, se sienten agredidos o amados, tienen ego, yo, ello y superyó, quizás todo pasado por el filtro de una sensibilidad agudizada, pero de ninguna manera esta característica, es suficiente para hacer de este un humano disfuncional que no pueda concretar acciones básicas, modular sus emociones, ejecutar proyectos o alcanzar objetivos.
Para ver estas sutiles fisuras en el molde aporcelanado que es la figura del artista, son famosas las rencillas entre escritores, mismas que trajeron, algunos de los mejores versos y textos de la literatura: como cuando Quevedo arremetía contra Góngora burlándose de su nariz (“era un hombre a una nariz pegado”) o Las idas y venidas, los chismes de alcoba y los duelos inconclusos entre Marcel Proust y Jean Lorrain; pero en mis ventanas favoritas a la humanidad de los autores, estará siempre la de García Márquez y Vargas Llosa, que teniendo motivos políticos y de estilo literario de sobra para armarse una pelea, eligieron ponerle el ojo morado al colombiano, por ‘mal aconsejar’ con el divorcio a la mujer del peruano.
El arte permite un espacio para la reflexión vital, ofrece introspección y simultáneamente una conciencia completa del entorno, interactúa con el ambiente, con la historia, con la actualidad y con el otro como frontera, luego destila un producto que, fuera natural o sintético, popular o privado, induce a conocer al artista, y a través de su obra, a todo aquello que le provoca alguna sensación, da un vistazo a la sociedad en la que está inmerso y los valores a los que se acoge.
Puede ser un vallenato de Diomedes, los girasoles de Van Gogh, un soneto de Mistral, o Taxi Driver de Martin Scorsese; todas al final son manifestaciones de hombres y mujeres atrapados por su época, su sentido del humor y sus adicciones. La pose, si existe en algún momento, terminará por quebrarse frente a la humanidad que penetra como la maleza en concreto quebrado.
-------------------
Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.
