Los festivales le dan estructura al tiempo. Permiten hacer casa. No en vano Cali se convierte en la casa grande del Pacífico con el Festival Petronio Álvarez. Al escribir este artículo pienso en el Green Moon Festival, en el Bill and Mary... Pienso en los lazos comunitarios, en sus rupturas.
Cuéntame ¿cómo es el naidí, la badea, el arazá? El naidí son unas pepitas me dijo un joven con ojos de obsidiana en el pabellón de cocinas vivas. Intuyo que la piel o la carne del fruto es oscura. Leyendo a Amalialú Posso Figueroa me he imaginado balseando el río Atrato en un día caluroso, de esos en los que uno termina con la lengua afuera como un caniche.
De corrinche en corrinche y de fiesta en fiesta cuando visité el Chocó. El Pacífico colombiano lo he hecho mío. En algún momento andaré por estas tierras que tanto he bordeado desde la fantasía.
En el Bill and Mary Festival hago mío el calypso. En la letra de un calypso se enuncian las resistencias frente a las prácticas culturales. El rondón como ritual comunitario. El calypso hace propio el territorio. En el Green Moon Festival me dejé llevar por la percusión.
Cuarenta y cinco muertos en la vía Quibdó- Medellín se leía en una pancarta, un grupo terminó su presentación en el Festival Petronio Álvarez con este mensaje. Una cantora. Un funeral. Estremecen los enunciados de resistencia del pueblo colombiano.
Los artistas de calypso en San Andrés como el grupo Caribbean New Style muestran una posición clara de las necesidades de los jóvenes. Del poder de la música como posibilidad de otras formas de trato. En la letra de la canción ‘We culture the lost”, se enuncia: “The youth don’t want understand the culture deh lost, don’t want hear calypso. Kill them self and getting in a problem”…
Repica y repica esa marimba la escuché en el Cauca por primera vez. Ese bamboleo de las manos de la mujer mayor con el guasá. El cununo. La marimba. Los festivales tienen el don del encuentro con los amigos. Los rituales hacen el milagro de enlazar. Unir. Le hacen casita a uno.
Las problemáticas sociales en San Andrés también las sostienen algunos pocos con estrategias enfocadas a desaparecer los rituales. Desunir los lazos comunitarios. La música es una forma de resistencia, con tanta fuerza que quiebra la codicia, la violencia y el miedo.
-------------------
Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.