Recientemente nuestro gobernante en un stand comercial tuvo un acertado ejemplo de soberanía colocado en un papel el mapa del archipiélago con su respectiva porción marítima, sobre el aviso publicitario del local en el cual se mostraba erróneamente en un recuadro el trío de islas, sin la porción oceánica.
Esta acción, tiene un valor agregado llamado soberanía, el cual aplaudo por la importancia que tiene a nivel transnacional el archipiélago y su Reserva de Biosfera Transfronteriza que representa una porción de gran importancia en el Mar Caribe.
El título de transfronteriza no solo se traduce en el argot ambientalista si no que argumenta cultura y tradiciones de larga data. Según la historia contada por los colonizadores europeos se transfiere a la época de la “conquista del nuevo mundo”.
Sin embargo, en biodiversidad el comienzo data desde Pangea como único súper-continente, la medio ‘bobadita’ de 240 millones de años atrás.
De manera que se debe observar desde la única biomasa que así mismo conforme se creó tiene similares amenazas: cambio climático, acidificación del océano, sobrepesca. En lo social tráfico de drogas, turismo intensivo, pérdida de los valores culturales y sociales.
La inclusión del diálogo en ése sentido entre países como Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Jamaica debe trascender a otras fronteras.
De acuerdo con la iniciativa Saltwatta Roots “el modelo de una Reserva Región no solo es el epicentro de biodiversidad marina, también es cuna de la historia de pueblos originarios como los Creoles”
Concluyendo: si bien la Reserva de Biosfera Seaflower es el puente biológico entre países copartícipes lo es, además, debido a su estratégica posición geográfica, para las tres Américas que conforman el continente americano, en ese orden ‘es el mismo canto’.
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