Para la economía del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina que dos compañías –que se repartían, más o menos, la mitad de la ‘torta’ local– declaren casi al unísono el cese de sus operaciones, es una noticia impensada, aun para los más pesimistas analistas del mercado. Un titular de terror en la era de la pospandemia.
Especialistas en la industria de los viajes estiman que estos hechos que impactaron negativamente la imagen de las aerolíneas y, desde luego del destino, probaron que los efectos de la pandemia se mantienen latentes y se podrían extender. Los compradores lo pensarán muy bien. Nadie quiere perder la plata de sus tiquetes y quedarse varado en un aeropuerto lejos de su hogar.
Así las cosas, las fuerzas vivas del Archipiélago deben revertir esta crisis y convertirla en una oportunidad para replantear su rumbo hacia un destino naturalmente bello por la gracia de Dios y turísticamente sostenible. Las islas y su magnífica biodiversidad no merecen la conducta depredadora de buena parte de sus visitantes y, claro está, de sus moradores también.
Hay que aprovechar este llamado de atención de la naturaleza –en forma de escasa conectividad aérea– para reinventar nuestra oferta turística. Eventos culturales, gastronómicos, deportivos o artísticos, deben reformular una robusta agenda que atraiga otro tipo de viajeros, más acorde, entre otras cosas, con nuestra Reserva Mundial de Biosfera, Seaflower.
De la misma manera, la seguridad –otrora orgullosa bandera isleña– debe ser recuperada de manera total y transversal al replanteo del modelo sustentable que pide a gritos la situación actual. Es imperdonable que con todas las herramientas jurídicas a nuestro alcance (Artículo 310 de Constitución Nacional y demás normas concordantes), persistamos en el reinante caos actual.
Es el momento de tomar una sabia decisión: en todo escenario de crisis resulta una oportunidad. Ninguna sociedad se reinventa haciendo siempre lo mismo. ¿Queremos seguir como vamos o anhelamos cambiar el modelo para reivindicar –por fin– nuestra generosa belleza en forma de biodiversidad? La decisión está en nosotros y, absolutamente, nadie más.