Este 30 de noviembre terminó oficialmente la temporada de huracanes para el Atlántico tropical y el Caribe, un gran alivio temporal para nuestro Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, así como para otros territorios insulares y costeros en la Región.
Según la National Oceanic and Atmosferic Administration (NOAA), este año 2022 en el Atlántico se produjeron 14 tormentas tropicales (vientos desde 34 nudos ó 63 km/h), de los cuales ocho se convirtieron en huracanes (vientos desde 64 nudos ó 119 km/h), y dos llegaron a tomar fuerza suficiente para convertirse en huracanes mayores (Categorías 3 a 5) con vientos desde 96 nudos ó 178 km/h.
Para el Archipiélago, desde muy temprano en la temporada y de manera poco común, la Tormenta tropical Bonnie (junio 29 a julio 2) encendió las alarmas en San Andrés y Providencia como un primer recordatorio del riesgo real y de la necesidad de una preparación adecuada en nuestro Archipiélago para hacer frente a estos eventos ciclónicos.
Afortunadamente para nuestras islas (y desafortunadamente para otros territorios) la tormenta se desvió hacia el sur de San Andrés generando fuertes lluvias y vientos con lamentables daños en algunas casas e infraestructura pero sin ocasionar ‘daños mayores’ teniendo en cuenta la magnitud que pueden tomar estos eventos, como sucedió con IOTA en 2020.
De nuevo, entre el 4 y 7 a inicios del mes de octubre, el huracán Julia pasó sobre San Andrés, convirtiéndose en categoría 1 a su paso sobre la isla durante su trayectoria hacia el Oeste. Tal vez muchos sentimos fuertes vientos con cambios de dirección y un corto tiempo de calma en medio durante su paso en San Andrés, tiempo de calma que correspondió al ‘ojo del huracán’ o centro del ciclón como un descanso en medio del ruido de vientos, lluvia y tejas moviéndose, con una engañosa señal de calma que hizo pensar que posiblemente había terminado, mientras que aún faltaba otra buena parte de vientos del sur y sureste con gran intensidad.
Fuertes inundaciones, árboles caídos varias viviendas afectadas y afortunadamente sin pérdidas de vidas humanas, dejó el huracán Julia, pero también valiosas experiencias de articulación, preparación y mejor información entre los ciudadanos de nuestro territorio Insular. Así mismo los huracanes IAN y LISA transitaron sobre las Islas del Norte de nuestro Archipiélago (Serranilla, Bajo Nuevo) como tormentas tropicales, para un total de cuatro eventos ciclónicos en 2022 con influencia en las islas.
Resulta importante reconocer, que a diferencia de las décadas pasadas, desde 2020 y en tan sólo dos años hemos tenido tres huracanes impactando nuestras islas (ETA, IOTA y Julia), mostrando un aumento en la frecuencia e intensidad de estos eventos extremos que el grupo de expertos mundial en Cambio Climático (IPCC reporte 6), relacionan como consecuencia del cambio climático y el aumento de temperatura superficial del mar.
Así pues, cada año será importante estar mejor preparados pues la tendencia al aumento es una realidad. Esta preparación requiere un fortalecimiento de las capacidades financieras y logísticas del departamento Archipiélago (conocido como el más vulnerable del país frente al Cambio Climático, según el Ideam en su reporte de 2018), que debe iniciar desde ya para aprovechar los meses de “calma” desde Noviembre-Enero hasta Mayo, y que debe incluir puntos clave como:
1. El fortalecimiento en infraestructura, equipos y personal del hospital departamental en San Andrés y del hospital en Providencia*.
2. La construcción de refugios realmente diseñados, ubicados y construidos para soportar las condiciones adversas de huracanes categoría 5 con vientos de hasta 250 km/h, así como inundación por aumento del nivel del mar (marea de tormenta) o fuertes lluvias.
3. Fortalecer el Ordenamiento Territorial y disminuir la vulnerabilidad de hogares y viviendas en sitios vulnerables del Archipiélago.
4. Fomentar buenas prácticas de autocuidado y autogestión para el fortalecimiento de viviendas, infraestructura y hogares, con apoyo que permita a las personas implementar estas buenas prácticas.
5. Aumentar las capacidades de educación, comprensión y comunicación para hacer seguimiento a estos eventos así como de las herramientas de predicción disponibles como reportes del National Hurricane Center de la NOAA (https://www.nhc.noaa.gov/), aplicaciones como Windy y Windfinder, y herramientas nacionales como los reportes del Ideam y Dimar.
6. Invertir en la protección y recuperación de las barreras naturales que protegen nuestras vidas e islas que son las barreras coralinas y manglares del Archipiélago.
7. Otras medidas importantes que los lectores consideren y que pueden cada uno ayudar a fomentar y comunicar, para de manera comunitaria e interinstitucional lograr una mejor preparación y fortalecimiento.
Aparte de su vulnerabilidad frente a huracanes, nuestro Archipiélago tiene también fortalezas naturales, una gran riqueza en vida y ecosistemas que logra que la UNESCO dé el reconocimiento de Reserva de Biósfera Seaflower. Estas fortalezas están representadas principalmente por los arrecifes coralinos, arrecifes de profundidad, montes submarinos, manglares y pastos marinos, que aportan la principal fuente de alimentos a nivel local (pescado, langosta, caracol) en las islas.
Para el caso de los huracanes, las barreras coralinas y manglares de las islas resultan de vital importancia, dada su capacidad de disminuir la fuerza de las olas y del viento. Según investigaciones realizadas en la Universidad Nacional, Sede Caribe, por en la tesis doctoral del suscrito Julián Prato, con la dirección de la profesora Adriana Santos Martínez y codirección del profesor Peter Schuhmann (University of North Carolina Wilmington), las barreras de coral en San Andrés pueden disminuir la altura de las olas en cerca de un 90% reduciendo olas de 4,5 m de altura a 0,5 m.
Al mismo tiempo estas barreras coralinas protegen las costas de la erosión, protegen las playas que es el principal atractivo turístico actualmente en San Andrés. Así mismo, los manglares pueden disminuir la fuerza del viento hasta en un 87% (estudio con apoyo del profesor Jairo Medina, Jardín Botánico de San Andrés), siendo realmente importantes como defensa natural en las costas, protegiendo la vida de las personas y la infraestructura local.
Estas barreras naturales nos protegen, pero también se ven afectadas por los huracanes y el fuerte oleaje que generan, como ocurrió con los manglares de Providencia con mortalidad de cerca del 90%, o con los arrecifes de coral someros (0 a 12m) del costado Oeste de la Isla de San Andrés luego de IOTA.
Por esta razón es vital invertir en la protección, conservación y restauración de estos ecosistemas, ya que son fuente de alimentos importante, atractivo turístico y barrera de protección natural frente a fuertes vientos y oleaje. En este sentido Coralina y la Universidad Nacional junto a otras instituciones colaboradoras desarrollaron protocolos de restauración luego de huracanes para recuperar estos ecosistemas disponibles en (https://coralina.gov.co/planes/protocolo-de-evaluacion-y-restauracion-de-ecosistemas-marinos-frente-a-huracanes).
El fortalecimiento de nuestras barreras naturales manglares y barreras de coral, son las verdaderas soluciones basadas en la naturaleza que tenemos para la adaptación al cambio climático y aumentar nuestra protección frente a huracanes.