La ONG Blue Índigo se creó en 2020, cuando Mariana Gnecco, María Fernanda Amaya y Alfredo Howard, tras varios años de pertenecer a otras entidades, públicas y privadas, decidieron que ya era hora de ejecutar proyectos ambientales propios, basados en una estrategia que fuera más afín a sus propios valores y a las necesidades de la población de las islas.
EL ISLEÑO dialogó con Gnecco, bióloga y miembro fundadora de Blue Índigo, acerca de las acciones que desarrollan; principalmente sobre el frente común que, junto a otras organizaciones locales, nacionales e internacionales, han emprendido para hacer frente a la enfermedad de pérdida de tejido coralino. Entrevista.
¿Cómo se formó la ONG?
Sentimos que cuando las cosas salen desde la comunidad, son mucho más efectivas en muchos sentidos y que tienen más peso y validez; así que en ese año nos constituimos legalmente como fundación, pero llegaron la pandemia y los huracanes Eta e Iota.
Entonces por esa época, básicamente nos dedicamos a labores humanitarias, entregando kits de bioseguridad y haciendo alianzas con entidades locales como Rotarac, para ayudar a mitigar los efectos de esos eventos climáticos del mes de noviembre.
Fue así como obtuvimos nuestra primera financiación, a través de la International Fund for Animal Welfare (IFAW), a la que conocimos tiempo atrás gracias a un ‘fellowship’ que me gané hace unos años.
Ellos se enteraron del huracán y como disponían de unos recursos para responder a este tipo de desastres, nos apoyaron y con ello montamos unas guarderías de coral que son parte de las que tenemos actualmente. En ese tiempo teníamos unas asignadas por la Corporación Ambiental Coralina, en el sector del Nirvana, pero se perdieron por el impacto de dichos eventos.
Con ese dinero hicimos lo que se conoce como ‘Primeros auxilios del arrecife post evento climático’, porque cuando pasa un huracán arranca, voltea o entierra a las colonias de coral, pero éstas siguen vivas.
Así que procedimos a voltearlas o acomodarlas en el sustrato, de forma que quedaran más estables; lo que se conoce como ‘estabilizar las colonias’. Solo con esta acción y poner su tejido vivo hacia arriba (para que no roce contra el suelo), les ayudas mucho a que se recuperen.
Se sabe que después de una intervención rápida como ésta, al estabilizar las colonias ellas tienen un 90% de oportunidad de vivir.
Adicionalmente, se realizaron limpiezas submarinas en El Faro, un punto de buceo muy popular que quedó con enorme cantidad de basura, principalmente llantas y pedazos de tela.
También hicimos el montaje de nuevas guarderías en el Nirvana (las que tenemos actualmente), con ayuda logística de Coralina y junto a Masbosques, mediante un programa de pago por servicios ambientales a pescadores artesanales. Éstas se visitan periódicamente para hacerles mantenimiento mediante ‘jardinería’ de coral.
Dichas guarderías tienen un anclaje diferente a las primeras, ideado por Alex Lopera (de Coralina) quien ideó la forma de enterrar lo que sea debajo de la arena, a partir de un generador ubicado en el bote que envía agua a presión. Así que ese anclaje queda muy firme; prueba de ello es que después del huracán ‘Julia’, por ejemplo, no le pasó nada al sistema.
Posteriormente entramos a ser parte del proyecto ‘Un Millón de Corales por Colombia’, del Ministerio de Ambiente y Conservación Internacional, que cuenta con diferentes actores a lo largo del país para poder cumplir con dicha meta; entre ellos hay organizaciones que trabajan en Providencia, tales como Corales de Paz y Parques Nacionales Naturales de Colombia.
Esfuerzo local
Nuestro objetivo fundamental es la preservación y recuperación de ecosistemas marinos y costeros, porque además de arrecifes, también trabajamos en playas y estamos empezando con manglares.
Buscamos que los ambientes naturales que nos sostienen como comunidad, puedan seguir brindándonos servicios ecosistémicos a lo largo del tiempo; y que tengan una alta resiliencia ante el cambio climático
Como dije en un principio, pretendemos que todo sea hecho desde y para la comunidad isleña; nos esforzamos por hacer todo lo más local posible; de traer conocimiento, pero que se quede aquí.
Por ejemplo, hace unos días hicimos un taller con motivo de la visita de Valeria Pizarro, experta en la enfermedad de pérdida de tejido coralino, para que nos capacitara sobre el tema y el tratamiento, para seguir haciéndolo nosotros. A este espacio también invitamos a biólogos y pescadores de Providencia y Santa Catalina.
En el municipio no se ha confirmado todavía la presencia de la enfermedad, se sospecha pero no está demostrado que se trata de ella; aun así, el personal del Parque McBean Lagoon recibió la información al respecto.
Lógicamente nos falta mucho camino en el tema, pero nuestra política siempre será construir con capacidad local para poder hacer las cosas.
A propósito de la enfermedad ¿hay capacidad para aplicar el antibiótico?
Lo complicado es que la escala de afectación de la enfermedad es inmensa, y la aplicación del antibiótico es muy costosa; así que la capacidad es limitada. No obstante, se está implementando el tratamiento lo máximo que se pueda.
De hecho estamos recogiendo dinero para ello, trajimos una primera tanda de antibióticos con la base (la que se aplicó con Valeria Pizarro), y recientemente compramos una segunda tanda para continuar.
En este mismo sentido, estamos participando junto a Valeria, además, en una propuesta de financiación para el diseño de probióticos en vez de antibióticos.
Se trata de fabricar probióticos especiales, según la especie de coral y el lugar del tratamiento, puesto que la composición del recubrimiento de bacterias que ellos poseen es específica, y varía según su tipo.
Si nos sale ese proyecto, estaríamos ampliando nuestro impacto con respecto al tratamiento de la enfermedad; y continuaríamos con la restauración, con la fragmentación de corales para restaurar el arrecife, que es lo que hacemos actualmente, pero con la ayuda extra del probiótico como medida preventiva.
Con respecto a nuestro equipo de colaboradores, tenemos siete biólogos y biólogas locales; y contamos con la ayuda de buzos voluntarios y de pescadores artesanales, A estos últimos se les retribuye, mediante programas gubernamentales de pago por servicios ambientales.
En su gran mayoría, los pescadores son de gran ayuda, además que han aprendido mucho acompañándonos en este tipo de proyectos por varios años; no precisamente en la aplicación del tratamiento, pero sí en el mantenimiento de las guarderías, por ejemplo.
¿Podría decirse que las tiendas de buceo son parte del problema y también de la solución?
Sí, porque la enfermedad se dispersa a través del agua; entonces, si estás buceando junto a un coral que está infectado y visitas otro sitio que no tenía la enfermedad, seguramente la estás llevando allá.
Por eso se les recomienda a las escuelas, enjuagar los equipos con una mezcla de agua dulce y cloro diluido al 10%; o sólo bucear en sitios enfermos o únicamente en lugares sanos.
Hasta el momento se sabe que el lado Oeste está infectado, y ahí es donde usualmente entran las escuelas desde costa. El problema radica en aquellas que tienen bote y visitan el costado Este, donde todavía no se han reportado casos.
En sitios como Little Reef sólo se han emitido algunas alertas, pero ninguna confirmada por el momento; allí hay otras enfermedades como el blanqueamiento coralino, y cuando no se está muy familiarizado es difícil determinar de qué se trata. El indicador más directo es el avance rápido de la enfermedad y que se vea un borde definido.
¿Qué otro tipo de actividades desarrolla Blue Índigo?
Realizamos limpiezas de playa y estamos incursionando en el tema de manglares; por ahora de manera indirecta, a raíz de un proyecto escolar del hijo de María Fernanda en el que, con supervisión de la fundación, se sembraron unas plántulas en el manglar del Cove. Felizmente, éstas sobrevivieron al paso de ‘Julia’.
En general, nuestra actividad se centra en la restauración del arrecife, ahora bajo una nueva amenaza que se ha convertido en una estrategia más de nuestra agenda de trabajo, mediante la búsqueda de financiación para ejecutar medidas alternativas de control.
Por último, un mensaje a la gente de las islas
Primero, recordarles que estamos en la primera línea del cambio climático; las islas son las primeras que se están viendo afectadas por ello.
Y segundo, que nuestra salvación está en nuestros ecosistemas, no en el turismo, ni en los edificios, ni en las discotecas; está en los arrecifes que protegen las costas y nos dan de comer; en las playas y su vegetación asociada y, claro está, en los manglares que protegen toda la biodiversidad y hasta las embarcaciones.
Se trata de algo vital para nuestra vida como isleños, y si no hacemos conciencia de esto y no empezamos a protegerlos y a restaurarlos como debe ser, el riesgo ante el cambio climático será muchísimo mayor.
Nuestros salvavidas son precisamente estos ecosistemas, donde nacen y crecen pargos, langostas y caracoles; y considerando que nuestra agricultura es bastante precaria todavía, nuestra seguridad alimentaria depende mucho de corales y manglares sanos.
Inclusive, la mayoría de las actividades turísticas dependen también del arrecife de coral porque, ‘los siete colores’ del mar… ¿de qué dependen? Pues del fondo marino. Igualmente, a las playas las protege el arrecife; el buceo y el ‘snorkeling’ se practican para disfrutar de los corales…
Así que el mensaje es claro: este es un ecosistema del que dependemos todos, hagamos lo que hagamos