Una de las insanas costumbres de los políticos colombianos es hacer nombrar en el gabinete de los gobernantes, a individuos sólo amparados por una simple recomendación personal. Razón por la cual a las carteras del Estado llega gente que no posee las calidades, ni las cualidades necesarias para ejercer funciones públicas.
Son personas, a veces, desconocidas para el propio mandatario. O en el peor de los casos, con aspiraciones de figurar por encima de quien las nombra. Lo cual dificulta de entrada la comunicación entre los dos y complica el abordaje de los asuntos públicos a desarrollar.
Colombia está plagada de ejemplos en los que observamos caos y desenfoque en las acciones de gobierno por esta causa. Se han visto casos en los que el mandatario va por un lado y su equipo de trabajo por otro. O situaciones en las que los intereses personales de cada quien chocan al momento de la toma de decisiones oficiales. En fin, nada peor le puede pasar a un gobernante que nombrar un gabinete que no le jale al plan de gobierno que le aprobaron los ciudadanos con su voto.
Por esta y otras circunstancias, es necesario erradicar esta vieja práctica y abrirles campo a hombres y mujeres que se identifiquen con la tarea que se les ponga por delante. Que los hay. “Cada torero torea con su cuadrilla”, decía con buena intención el fogoso político de las islas Ben Leví Pecthall Mesa en sus tiempos de asambleísta, y le cabía mucha razón.
No es lógico que uno se haga acompañar de quienes no sabe cómo son y cómo trabajan, ni se duelen de la necesidad ajena. Por tanto, cada gobernante debe escoger a ciudadanos comprometidos con su causa (la cual, obviamente, tiene que ser el interés general y no el interés particular) para que lo asesoren o lo apoyen en la gestión a emprender.
Naturalmente, esa escogencia tiene que recaer sobre seres humanos con reconocida solvencia moral, principalmente, capaces de proponer, debatir con racionalidad, rectificar cuando sea necesario, y, en especial, que no consideren al erario una fuente de enriquecimiento personal. Tienen que ser congéneres que les preocupe el bien común, de buen corazón, y con los pies sobre la tierra. De lo contrario, no habrá propósito alguno que alcance a ser realizado.
La selección de un mal equipo de trabajo puede conducir al fracaso, fácilmente. Y a un gobernante no se le está permitido cometer semejante yerro porque pondría en riesgo el futuro de mucha gente que ha confiado en su destreza, capacidad, honestidad, e idoneidad para dirigir sus destinos.
Por Nadim Marmolejo Sevilla
COLETILLA: “La mente es como un paracaídas, solamente sirve si se abre”
Albert Einstein.