Explicar en Buenos Aires mi pequeña patria es una tarea titánica… las proporciones de San Andrés son algo mayores que las de Mónaco y sus intrincadas relaciones interpersonales, son solo un poco menos complejas que las de ese reino.
Mi isla… les digo, es pequeñita, tiene dos kilómetros de ancho, que es algo menos que las veinte cuadras que separan la Casa Rosada de el Congreso y trece de largo, que se reducen a la línea B del subterráneo, pero no se engañen por las proporciones, en ese minúsculo accidente geográfico, cabe de todo. Para cada historia contada en el planeta, mi isla ha reproducido su propia versión.
Pero la política, se lleva sin duda alguna el premio mayor: ahora, por ejemplo se lanzan a la elección de gobernadora dos matronas –lo que me parece maravilloso, pues siento que la orfandad de autoridad requiere a estas alturas una madre- siguiendo claramente la línea mundial que le esta asignando mas y mas espacios a las mujeres.
Nosotras somos en términos generales, algo mas organizadas, y aunque es cierto que podemos darle a la emotividad un lugar importante en la toma de decisiones, siempre será mejor que se tome una decisión y no que se postergue en la tranquilidad incomoda que parece ser tan común ahora.
Estadísticamente somos menos corruptas y hemos labrado una buena fama en la reconstrucción de pueblos en crisis: Golda Mayer, Indira Gandhi, Violeta Chamorro, Corazón Aquino y Cristina Fernández de Kirchner, son ejemplos históricos de lo que pasa cuando una mujer se pone pantalones.
Uno a uno, ninguno de los puntos que proponen se alejan demasiado; uno a uno, podríamos engañarlas sugiriendo la propuesta de la contraria y no solo la aprobarían, la elogiarían : siempre que le pusiéramos el adecuado color a la banderita que acompaña la promesa.
Y si… nadie promete más delito, más crimen, menos educación, menos salud… en general todos los políticos del mundo buscan la paz, el progreso y el bienestar… primero el propio, luego el de sus familiares, amigos, conocidos.
Por eso la política se hace divertida, pues se vuelve una suerte de apuesta pública por un candidato que de ser electo, hará realidad todos nuestros sueños particulares.
Lo que no me queda muy claro es la motivación de dos mujeres inteligentes para levantar sobre sus hombros semejante carga (como diría el maestro Echandía: “el poder para que”). Y no me refiero a la evidente posibilidad terminar en prisión, o al menos con una citación, como lo hacen la mayoría de nuestros políticos.
No es solo la responsabilidad de cada medicamento en el hospital, de cada silla en cada escuela, de cada calle pavimentada, de la educación superior de cada bachiller que sale al mundo; no es solo el empleo a generar, la recuperación de la paz y la tranquilidad, el mantenimiento del medio ambiente, la preservación de la cultura, la lucha contra el crimen y el narcotráfico; es todo eso mas el fomento del deporte, la sanidad de las finanzas públicas, la promoción del turismo, la lucha contra la corrupción y almorzar con sus hijos los domingos.
Hay algo más con lo que no cuentan estas mujeres, que deben tener algún súper poder que no han contado. Ellas no saben que estaré ahí vigilante -y los que me conocen saben que puedo ser increíblemente fastidiosa- a la que apoye reclamaré mi voto de confianza, le escribiré cartas, y me lamentaré de sus errores, pero seré implacable y critica, seré como ese familiar que aguarda en la sala de espera a que la operación del aneurisma cerebral de su abuelo centenario diabético e hipertenso sea todo un éxito.
Ventajas de ser una simple ciudadana.
A cambio, estaré ahí para ayudar si me necesita, pagaré los impuestos y en general cumpliré con la ley. Si me falla, si su calificación final es mala, no la votaré jamás. Si por el contrario, gana la que no apoye, después de meditarlo, haré exactamente lo mismo.