A estas alturas del periodo de gobierno, ya empiezan a germinar los brotes de las campañas electorales y se vuelven a hacer suyos los ofrecimientos y los slogans de los que se alimentan las fuerzas vivas de las islas.
En un arranque de inusitada sabiduría, se pasa de la tertulia aderezada con alcohol, a poner y exponer el cuero en la palestra pública con toda clase de soluciones a los problemas viejos y nuevos. Algunas ingeniosas, otras ancladas en la más pura fantasía.
El concurso de popularidad más grande del territorio, rara vez exige de los contrincantes el conocimiento de los números, las causas de los problemas, el origen de los conflictos o las fallas mismas del sistema que agreden a aquellos a quienes aspiran mandar. s
Y, más allá de alimentar las necesidades básicas con fotos de pseudo súper héroes del tercer mundo y no de soluciones estructurales, los aspirantes van a incidir de tres formas básicas en la mente de sus votantes.
Los emocionarán: esto se logra tomando una tragedia, puede ser algo simple como la volada de un techo o una inundación, algo que se espera con cada lluvia fuerte. El personaje aparecerá en el lugar y en el momento justo, no con un proyecto para el desarrollo de planes de vivienda sustentables y económicas, sino con un fotógrafo, un iluminador y un editor que aumenta el brillo y el HD, para enfocar las gotas de sudor y las lágrimas.
Le hará temer: encontrará su temor más íntimo, el miedo a perder lo que con dificultad ha conseguido, al cambio, a la novedad. Acudirá a sus rencores viejos, y encontrará un chivo expiatorio a quien ponerle la culpa de todo lo malo, de todo lo que no se hizo, de todo lo que quedo a medias.
Lo afiliará a un equipo que usted no entiende del todo y más pronto que tarde, se encontrará defendiendo con fanatismo a un personaje y no a una idea.
Le provocará una amnesia selectiva: a cuenta de creer que el tiempo a todo le pone un filtro, caminará en la calle como si los pecados cometidos se borraran a fuerza de no hablar de ellos, no habrá nunca un acto de contrición. En esta amnesia selectiva aparecerán alianzas improbables que se verán con tal naturalidad que los colores de cada partido parecerán ahora una mancha iridiscente de aceite sobre agua.
Pero en todo este tiempo, ninguno le presentará un equipo, un plan, un proyecto, ninguno le dirá que en realidad no habrá cambios sustanciales si no se hace un pacto largo, si no se aclara un propósito lejano, ninguno alabará lo bueno que deja su predecesor y ninguno se admitirá insuficiente en alguna lid.
El concurso más grande de popularidad buscará los votos en las emociones y no en la racionalidad, en el hambre y no en la planeación a largo plazo.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.