Una de las bendiciones que trajo el Covid-19 es que nos ha permitido, sin ambages, descubrir de qué estamos hechos. Nos ha permitido ver la grandeza del hombre elevado a las más altas cimas; pero también nos lo ha descubierto en las simas abismales en su condición espiritual más rastrera.
Pasados 365 días de declarada la pandemia del Covid-19, el debate sobre la Escuela se centra entre la alternancia. Alternancia, sí… alternancia no. Increíble que en estos tiempos de misiones robóticas al planeta Marte (Hope, Perseverance y Tianwen-1), nosotros estemos definiendo si la Escuela debe estar al servicio de los niños o de los profesores. Por eso urge reorientarla y dotarla de los recursos suficientes, oportunos y necesarios para que lo logre.
Conforme lo define Educación 2.0, el papel de la Escuela es “transmitir conocimientos, valores y hábitos saludables para que sean [los estudiantes] personas íntegras, responsables de sus actos y capaces de resolver los problemas de la vida”. Por eso mismo, no debemos olvidar que antes que intelecto somos cuerpo, antes que espíritu somos carne y para poder aprender a ser debemos tener unas condiciones físicas que lo permitan. Es decir, “mens sana in corpore sano”, conforme lo proponía el poeta romano Décimo Junio Juvenal.
Sin embargo, la gran mayoría de nuestros niños escolares de las Escuelas Públicas adolecen de una alimentación sana que les permita un buen rendimiento académico y una buena salud, situación que da fundamento a la existencia del Programa de Alimentación Escolar (PAE). Programa saboteado por el magisterio extremista durante la pandemia al negarse a participar en la repartición de las raciones a sus pupilos y al acusar al gobierno de pretender exponerlos al peligro, con el peregrino argumento de que "No puede obligarse entonces a que el suministro de los mismos lo hagamos los docentes directivos y docentes, no podemos exponer la vida de los niños, sus familias, ni la de la comunidad educativa incluidos los maestros". La solución, según ellos: que los niños no coman.
Adicionalmente, una de las más duras consecuencias que el Covid-19 nos trajo fue el confinamiento en los hogares y el sedentarismo con sus funestas consecuencias. Entre ellas, el sobre peso, la obesidad.
A inicios del año pasado la OMS advertía que la obesidad en el mundo en niños entre cinco y 19 años de edad había aumentado en 10% en los últimos cinco años. Y en este país el tema no nos es ajeno, como que ha crecido un 24% desde 2013. De cada cuatro jóvenes, uno es obeso. Por su parte, el primer Atlas de Obesidad Infantil indica que para 2030 habrá en total 250 millones de personas con obesidad entre los 5 y los 9 años. Nosotros aportaremos 1.583.123. De ellos, 611.713 serán niños entre 5 y 9 años y 971.410 entre los 10 y 19 años.
Como la ONU reconoce “que el deporte puede promover la cooperación, la solidaridad, la inclusión social y la salud en los ámbitos local, nacional e internacional, decidió proclamar el 06 de abril Día Internacional de Deporte para el Desarrollo y la Paz”, abordamos la problemática del sobrepeso y obesidad de nuestros niños para resaltar que la Escuela también tiene su rol y responsabilidad en el buen suceso contra este mal, uno de los principales problemas de salud del mundo actual.
La OMS solicita aumentar las clases de educación física en los colegios, recomendando “que sea un compromiso político sostenido de los gobiernos, que se incorpore en el currículo como un espacio académico y motivacional”. Ojalá los docentes también acogieran estas recomendaciones y cambiaran su mirada sobre el papel de la Escuela en la formación física del niño. Finlandia con el 20% de las horas de clase semanal dedicadas a educación física y Francia y Alemania con el 14% nos dan una lección frente a la situación.
En nuestras Escuelas la Educación Física a duras penas llegan al 7% de la ‘carga’ académica y para el MEN pareciera no contar “No hay indicadores, ni estándares, no propone metas y tampoco lo promociona en las políticas educativas”, se queja el docente y columnista Mario Fernando Hurtado Beltrán. Y con la Escuela cerrada y los docentes inmovilizados mientras se consigue la inmunidad de rebaño (un año más, si acaso), es poco o nada lo que habrá que esperar del proceso escolar.
Pero no claudicamos en el deseo de ver mejores logros en nuestra Escuela y nos adherimos a la exhortación del profe Hurtado Beltrán: “Es hora de mostrar resultados y crear una política deportiva de la educación pública, y de igual modo exigir el aumento de las clases (…). La educación integral se construye, y para eso es necesario aportar, innovar y trabajar. Que la salud física y mental de los estudiantes colombianos sea un motivo”.