El horror que azotó a las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina,_pero especialmente a estas dos últimas, debe generar inaplazables reflexiones y urgentes acciones –además, claro está, de la solidaridad de toda una nación– para que las próximas temporadas de huracanes nos encuentren mejor preparados desde todo punto de vista.
Estamos hablando de una tragedia de marca mayor. Los primeros datos indican que las afectaciones alcanzaron a la totalidad de los habitantes de Providencia y Santa Catalina, así como a su precaria infraestructura pública. En consecuencia, sucesos trágicos como este, dejan claro lo temerario e insensato que es seguir subestimando la existencia del cambio climático.
Al contrario, la ocurrencia de estos fenómenos –ETA y IOTA– nos debe servir de advertencia terminante sobre lo que viene para el Archipiélago y la región Caribe. Por lo tanto, es inexcusable no generar desde ya una cultura de prevención en todos los niveles de la sociedad con planes de evacuación e infraestructura pública y privada pensada para resistir al máximo de estos embates de la naturaleza.
Es que el ojo del huracán IOTA pasó a solo 18 km de Providencia y Santa Catalina en la máxima categoría (cinco en la escala Saffir-Simpson) de estos fenómenos naturales, exactamente dos semanas después y casi en la misma ruta del paso del ETA, circunstancia pocas veces vista en el mar Caribe. Tantas verdades de a puño no pueden seguir siendo asumidas como simples coincidencias del destino.
El Gobierno ha hecho presencia activa e inmediata y ojalá se mantenga en el tiempo. El presidente Duque anunció un plan para reconstruir tanto a Providencia y Santa Catalina como a San Andrés en una primera etapa de 120 días nombrando a la Directora de Prosperidad Social, Susana Correa, como Gerente General y al médico isleño Lyle Newball, Gerente de Gestión Local.
Al respecto, estos nombramientos si bien hablan de una genuina intención de vincular a la sociedad civil al proceso, deben ser, de movida, claramente expuestos en sus alcances para evitar ‘cortocircuitos’ con el estamento local. Por otra parte, la politiquería también debe ser apartada de raíz. El oportunismo irrita los ánimos y en estos casos puede ser inflamable.
Por último y tal como lo dicta la Constitución Política de Colombia, las distintas leyes especiales del Archipiélago y varias sentencias de la Corte Constitucional; la población raizal de las islas merece que se le respete su autonomía, su cultura, sus formas de vida, sus costumbres propias, su derecho al medio ambiente sano y su ordenamiento territorial.
Esta coyuntura es para encontrar soluciones a largo plazo y que resuelvan problemas de raíz… La_resiliencia es la capacidad de hacer frente a las adversidades transformando el dolor en fuerza motora para sobreponerse a los momentos críticos.
El pueblo de las islas tiene el compromiso histórico de hacerlo posible. Y el Gobierno Nacional la oportunidad de oro para romper con la creencia de que todo modelo continental es mejor y aplicable a las islas.