SOS San Andrés

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El científico Jonas Edward Salk*, afirmó alguna vez que: "Si todos los seres humanos desaparecieran de la tierra, en menos de 50 años todas las formas de vida florecerían". Así las cosas y sin pretender decir que ‘todo tiempo pasado fue mejor’, a 62 de creado el llamado Puerto Libre de San Andrés no se encuentran argumentos para contradecirlo.

La escasez de agua para el uso humano –tan sentida por estos días de sequía– no es el único indicador del grave deterioro a que se ha sometido al medio ambiente insular. Es otro llamado de atención por lo inadecuado de las prácticas impuestas y toleradas en los últimos decenios.

Aunque antes del puerto libre también pudo haber algunos desatinos ambientales, el equilibrio era rápidamente restablecido por la fuerza de la naturaleza.

El agua no faltó porque se hizo uso racional y previsivo de este exiguo elemento esencial. Los pozos artesanales sin contaminación bacteriana, las cisternas guardando aguas lluvias permitieron a todos satisfacer sus necesidades.

El crecimiento poblacional por oleadas rompió todas las proporciones, aumentó vertiginosamente la demanda de servicios y de espacios adecuados indispensables para albergar a las personas y supera en demasía todas las capacidades requeridas.

Se ha urbanizado la isla con tendencia a convertirla en una ciudad –con todo lo malo de estas y casi nada de lo bueno– dependiendo mayormente del servicio de acueducto, sin construir suficientes cisternas para la recolección de aguas lluvias.

Otros espacios que servían para recarga de los acuíferos se fueron rellenado de manera que hoy, de una temporada de lluvias, la mayor cantidad de esas aguas regresan al mar sin ser aprovechadas.

Y aunque en la isla ha seguido el aumento poblacional, sin controles eficientes, con permisivas afectaciones que impactan negativamente al medio ambiente, todavía resta una declaratoria oficial sobre exceso de población para imponer políticas públicas para restablecer el ordenamiento territorial racional y eficiente.

(Esto último, a propósito de la anunciada política poblacional basada en su capacidad de carga que debería ojalá conducir a reajustes en manejo poblacional, ambiental y urbano).

En síntesis, San Andrés está en grave y acelerado deterioro ambiental, además, claro está: de su latente inseguridad, que afecta cada día más la convivencia.

Lo que está ocurriendo se asemeja en forma creciente a un territorio donde se establece una minería ilegal a cielo abierto. Es una expoliación acelerada que de no cambiar de rumbo nos conducirá a una hecatombe no muy lejana.

Por lo demás, sería bueno examinar con rigurosidad la calidad del agua de mar a la luz de creciente presencia de tantos aparatos (lanchas, motos náuticas) usando hidrocarburos que amenazan la seguridad y salubridad en las playas.

El nivel exagerado de poblamiento supera la capacidad de los ecosistemas para absorber los impactos, también en el mar. Prueba patente son los arrecifes coralinos deteriorados en varios puntos como-Little Reef, entre otros.

Mientras tanto, en diversas capas la sociedad luce incapaz de superar sus diferencias y sus conflictos de manera pacífica, y la intolerancia se impone cada vez más como elemento común a donde el espacio vital se reduce tanto como las expectativas de una calidad de vida extraviada en los recuerdos.

Así las cosas, se deben establecer con urgencia barreras protectoras en un sistema con cada vez más altas limitaciones naturales, sociales y culturales… ¿Seremos capaces? ¿Estaremos a la altura que la coyuntura histórica nos impone? ¿O tendremos que sucumbir ante la lapidaria reflexión de Salk?

(*) Jonas Edward Salk (1914-1995), investigador médico y virólogo estadounidense, principalmente reconocido por su aporte a la vacuna contra la poliomielitis.