¿Última Palabra?

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Aunque se escuchan voces de algunos que para mitigar el impacto de la pérdida y de la inefectiva defensa, que anuncian que no se ha cercenado el territorio nacional, aduciendo que sobre esa zona no se ejerce soberanía, debemos repetirles que constituye para los ancestrales poseedores de las islas su despensa alimentaria; un área interconectada con bancos y bajos a donde llegan los peces adultos que encadena con los atolones de arrecifes y cayos donde incuban las especies marinas.


Forman parte de los Estados las doce millas adyacentes a sus costas llamado mar territorial, también se les suma doce millas más de zona contigua donde se ejerce jurisdicción por razones de seguridad ante todo. Pero de las costas hasta 200 millas mar adentro, los Estados costeros por los convenios sobre el mar, ejercen exclusiva soberanía sobre los recursos susceptibles de apropiación y provecho económico en el mar, en el lecho y en el subsuelo marino.


Lo anterior es para ilustrar que lo que antes era nuestro, o sean los bancos y bajos y sitios de pesca por fuera de las doces millas de cualesquiera de nuestras islas y cayos, adonde tradicionalmente pescadores del Departamento ejercían sus faenas, hoy ya no nos pertenece.
Nuestra geografía económica cambió a partir del 19/11 digan lo que digan los señores en los Andes colombianos.


Unos son los efectos nacionales de la decisión presidencial y otros, muy opuestos, los que se producirían en el ámbito de la organización de naciones. Sin embargo merece mirarse muy adentro al micromundo de las islas, con lupa, para percibir lo que ocurre con el pueblo raizal.

Sentimiento anti-colombiano   


La crisis que explota con la decisión del alto tribunal de justicia de Naciones Unidas muestra muchas condiciones represadas que objetivamente vienen afectando mucho más al pueblo raizal.


El sistema que impera tiene a este grupo humano ancestral en circunstancias de desventaja que lo condena al empobrecimiento y a la desposesión de sus derechos de natura. La inconformidad es creciente y este nuevo episodio es tan solo un detonante que ha corrido las cortinas que ocultan su desgracia.


Numerar esas circunstancias y condiciones es innecesario en esta columna porque son ampliamente mencionadas y repetidas en este medio y en otros foros.


Más que mar, los raizales pierden piso continuamente al no estar en las redes y cadenas de producción, no poseen fuentes adecuadas de ingresos y sus pertenencias físicas están amenazadas permanentemente ante los dueños del circulante quienes determinan el costo de las necesidades básicas de subsistencia.


“… la tierra tiene más que un sentido físico, está íntimamente ligada a la identidad cultural y explica la especificidad de las luchas sociales por la supervivencia…”, el territorio forma parte de unas condiciones naturales donde se desarrolla la historia de la comunidad, de manera que la pérdida de la tierra, por las razones, explicaciones o métodos utilizados, ha marginado al raizal física, económica y culturalmente, hasta el punto de sentirse extraño en su propia tierra.


Estamos frente a una nueva oportunidad para buscar equilibrar las cargas descompensadas mayormente por los efectos del sistema de Puerto Libre impuesto y que benefició mucho más a los allegados que a los  propios y desequilibró gravemente el ambiente humano y natural.


Con creatividad y con intenciones de reconocer que un grupo aborigen, indígena, ancestral y autóctono que legitima las razones de pertenencia de estos mares a Colombia por toda su existencia como Estado, una etnia formada por el sincretismo de todos los colores, cultos y costumbres; anfibios a quienes les ha pertenecido este hábitat, tiene derecho a permanecer en lo que les pertenece y a perseverar en su terca insistencia de vivir y no extinguirse, ese es el pueblo raizal reconocido en la constitución de 1991, pero está aquí desde los años mil seiscientos.


Un pueblo interconectado consanguínea y culturalmente con la costa Caribe centroamericana  y con los Estados insulares de la cuenca, con quienes urge unas relaciones oficiales más dinámicas, más abiertas, que sean fronteras vivas, puertas abiertas para la interacción y el intercambio, que en lo deportivo, lo cultural y en lo comercial; que podamos acercarnos y favorecernos de la proximidad y de las afinidades, allende los límites nacionales.

Solo restableciendo la autonomía, la interdependencia del archipiélago con sus mares, pero ante todo, evitando que continúe el despojo de su tierra, mediante medidas simultáneas dirigidas a favorecer al pueblo raizal con el fin de eliminar las desigualdades de tipo social, cultural y económico, que hoy conducen a su extinción, solo así se beneficiaría el archipiélago de la coyuntura creada por la CIJ.