La responsabilidad en la virtualidad

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NADIN.MARMOLEJO.NUEVA2020Ahora que los estudiantes empiezan a retornar a sus aulas de clases formal, ese espacio vivo y en permanente interacción, del que tuvieron que salir espantados por el coronavirus hace año y medio, hay quienes opinan que la virtualidad, a la que tocó acudir para resolver la necesidad de continuar con los procesos educativos durante la pandemia, no sirve como medio para la educación.

Pero como en toda discusión abierta, hay otros que señalan a la virtualidad no solo como una buena alternativa para superar las barreras geográficas, sino que ofrece posibilidades de que un mayor número de jóvenes pueda acceder a la educación a costos económicos menos onerosos, entre otras cosas.

El debate está en auge. Y con motivo de este regreso a los salones de los centros docentes, se ha tornado más amplio e interesante. Muchos han empezado a hacer diferencias entre una clase cualquiera, impartida a través una plataforma virtual, y una presencial, dictada en el salón de un colegio o una universidad.

Según la ex ministra de Educación y rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Cecilia María Vélez, la virtualidad "ha promovido, en buena medida, la autonomía del estudiante y se ha logrado el involucramiento de la familia en el proceso, ambos elementos fundamentales para la eficacia en la educación".

Es posible, indicó, que se hayan desarrollado competencias nuevas o diferentes en los estudiantes debido a su mayor autonomía (dentro de este sistema) y al contacto con una situación tan inesperada.

Algunos profesores a los que he consultado sobre el tema consideran que el componente de la responsabilidad de los estudiantes ante la necesidad de organizar su propia manera de aprendizaje, fue puesta a prueba por la virtualidad, ya que esta exigió una dinámica basada en la reciprocidad y el interés de las partes (docentes y alumnos, en este caso), como en cualquier diálogo.

Ello implicó enfrentar amenazas difíciles de eludir como la distracción y la procrastinación, que se presentan inevitablemente en este escenario. Ser responsable se tornó ineludible, un compromiso del que no había escapatoria, pues, el estudiante virtual tuvo que tomar decisiones en solitario, sin posibilidad de considerar alternativas por fuera del ámbito de su pantalla.

De manera que la virtualidad, según los maestros que me dieron su opinión al respecto, ha estado promoviendo también en los alumnos de hoy el espíritu autocritico que conlleva una menor vigilancia de los profesores, pues cada quien es dueño del proceso de aprendizaje. Podría pensarse entonces que en la educación virtual los estudiantes sintieron la necesidad de adecuarse, ajustarse a sí mismos, para poder cumplir con los objetivos de aprendizaje que incluye establecer sus propias metas y estándares de calidad.

Ello les impuso renovar cada día y mantener en el tiempo su motivación por las clases y la realización de las actividades que resultan de estas. Y quien no lo hizo pudo haber sufrido las consecuencias. Pasar a ser alumnos virtuales tan repentinamente le asignó a esta generación la necesidad de comprender debidamente la importancia e influencia de la responsabilidad individual, a fin de no afectar negativamente su rendimiento académico.

Y, de paso, adquirir buenos niveles de autogestión y calidad académica. Sin embargo, manifiestan otros educadores, este no parece ser el resultado obtenido pues el desarrollo de las clases virtuales con las pantallas y los micrófonos apagados no corrobora el pensamiento de quienes ven la virtualidad como el escenario proclive al mejoramiento de los niveles de atención en clases de los estudiantes y el cumplimiento de sus deberes y obligaciones escolares.

Cualquiera sea el resultado que arrojen los estudios que se hagan al respecto más adelante, la historia no dejará de juzgar esta época como una de las más grandes de las oportunidades de la humanidad para tomar conciencia de la importancia de la responsabilidad individual en el aprendizaje. Puesto que se expandirán las aulas virtuales, la autoevaluación, y el aprendizaje de manera diferente al tradicional.

Sumativo.- Según datos de la Cepal-Unesco, más de 1.200 millones de estudiantes en el mundo, 160 millones de América Latina y el Caribe, dejaron de recibir clases presenciales de un día para otro y pasaron a ser alumnos virtuales.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.