Reflexiones de la ‘Tragedia Trump’

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ALI.W.WAKEDDe Donald Trump es poco lo que se puede agregar. Durante cuatro años, mentir fue su arma preferida. Encabezó una presidencia asentada en continuas calumnias hacia cualquier tipo de oposición. Si bien su figura representa a un segmento importante de la sociedad estadounidense, su hambre de poder llegó al punto que incluso pretendió burlar la misma institucionalidad que juró defender.

A pocos días de finalizar su mandato, Trump es un buen argumento de que los extremos políticos nunca son sanos y constituyen un riesgo permanente en contra del proceso democrático.

Para ideologo 'nazi' Gobbels “repetir una mentira con frecuencia la transforma en una realidad”. Esta última es una premisa que Trump manipuló de manera impecable durante su mandato. La opinión de las masas suele ser más frágil de lo que se piensa; a veces solo basta encontrar las palabras ideales para dominar a todo un pueblo.

Si bien el país norteamericano cuenta con una robusta institucionalidad, es indiscutible que uno de los mayores enemigos de cualquier sistema democrático es la desinformación. Por esto mismo, considero que Trump no es otra cosa más que una ’tragedia’.

Una tragedia contra la democracia, la libertad y la justicia en sí. El principal legado que hereda el mundo del mandato Trump son moralejas en torno a lo que pasa cuando la desinformación y mentiras gobiernan por encima de la verdad.

Las continuas declaraciones del presidente, en las que insinuaba conspiraciones y supuestos fraudes, evidencian que el miedo puede ser considerado como una polémica, pero efectiva estrategia de gobierno. Frente a esto, el soporte de todo sistema democrático es un público educado y con sentido crítico frente el poder estatal.

Teniendo en cuenta que dentro el contexto de elecciones, la desinformación suele ser un excelente aliado de un sin número de líderes. El pasado ataque al capitolio demuestra que el analfabetismo político es un mal mucho más peligroso de lo que se cree, capaz de incluso atentar contra el proceso democrático. Cuando dentro de una comunidad predomina la insatisfacción, manipular sentimientos suele ser una forma de perpetuarse en el poder.

Durante el ‘reinado Trump, se evidenció que la presencia de instituciones sólidas junto a una efectiva separación de poderes, constituyen un pilar esencial de toda sociedad libre. A pesar de haber intentado deslegitimar un sinfín de veces la democracia estadounidense, el mandato estuvo de forma permanente limitado por organismos que frenaban sus caprichos autoritarios.

Por eso, es imposible concebir un estado que no posea el monopolio de la fuerza suficiente para hacer cumplir sus mandatos constitucionales. La existencia de instituciones firmes juega un rol fundamental puesto que garantizan la preservación del sistema ante las despóticas fantasías de cualquier gobernante.

Frente a estas modernas tendencias hacia el autoritarismo, el destino del sistema democrático y la prosperidad social siempre están en manos del voto popular. A pesar de las diferencias ideológicas, es deber de toda la ciudadanía velar por una sociedad libre. Con total certeza afirmo que cualquier mandatario cuyo discurso se base en odio, mentiras y división, no posee cabida alguna dentro el debate por la democracia. La libertad se fundamenta en la primacía de la verdad y la tolerancia como tesoros sociales.

El polémico mandato de Trump puede servir de ejemplo sobre el tipo de país que necesitamos construir y la clase de líderes que nunca se deben escoger. Colombia posee un extenso legado asociado a viejos caudillos y sistemas con poca inclusión, donde desinformar a las masas representa una rutina casi diaria.

Aproximados al abismo de una ya presente polarización, el país asumirá retos importantes en torno a la preservación del proceso democrático. Por eso mismo, juega un rol fundamental asegurar la máxima educación del público, la adecuada protección de la institucionalidad pública y reconocer a la ciudadanía como principales guardianes del futuro nacional.