La culpa fue de la vaca

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OSWALDO.SANCHEZ"Oí tus pasos por el jardín, respondió (Adán), y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí". El Señor Dios replicó: "¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?". El hombre respondió: "La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él". El Señor Dios dijo a la mujer: "¿Cómo hiciste semejante cosa?". La mujer respondió: "La serpiente me sedujo y comí".

Para creyentes o no, no es desconocida la anterior historia. Eso de culpar a los demás por los propios fracasos es cuento muy viejo. Al no encontrar fácilmente un culpable de las cosas que nos pasan, somos capaces de responsabilizar a un animal, al destino, al horóscopo, a otras personas, a lo que sea, con tal de eludir responsabilidades.

Quizás tampoco sea desconocida la parábola cuyo título encabeza este escrito, ejemplo perfecto de lo que se conoce como ‘ramificación de la culpa’. La historia es así: queriendo saber por qué ciertos productos colombianos de cuero son de deficiente calidad, pero de elevado precio se hizo una investigación. Se consultó a fabricantes, quienes dieron como razón las altas tarifas arancelarias para impedir la entrada de cueros extranjeros.

Para las curtiembres, los mataderos eran los culpables, pues de allí salían cueros de mala calidad, ya que no le prestaban atención a la calidad del cuero. Incrédulos, los investigadores acudieron al matadero, donde les explicaron que los ganaderos no invertían lo suficiente en fumigación contra las garrapatas además de no tener cuidado a la hora de marcar el ganado para que no se lo roben. 

Exhaustos y perplejos, los investigadores visitaron a los ganaderos quienes justificaron la situación diciendo: “las estúpidas vacas se restriegan contra los alambres de púas, para aliviarse de las picaduras”. Conclusión: los artículos de cuero colombiano no pueden competir con los extranjeros porque nuestras vacas son estúpidas. ¿Entendido?

Genaro Sánchez, decano de derecho de la Universidad Nacional, hablando sobre el infame ‘Cartel de la Toga’, afirmó que cuestiones como esa son endémicas “que hay que combatir con la formación también desde el hogar –y continúa– son más una cuestión sociológica, no tanto legal” (sic). Y tiene razón, eso de los valores (y la responsabilidad es uno de ellos) es cuestión de formación, de educación. Esa Educación, que nuestros jueces confunden con instrucción, tiene como “objetivo primordial de todos y cada uno de los niveles educativos el desarrollo integral de los educandos mediante acciones estructuradas encaminadas (entre otras cosas) a formar la personalidad y la capacidad de asumir con responsabilidad y autonomía sus derechos y deberes”, enseña la Ley 115.

¿Cómo es posible que la acción de la Escuela haya sido tan enclenque en estos temas y nadie asuma la corrección y enderezamiento de rumbo? Precisamente, esta pandemia nos ha mostrado lo que somos como sociedad y como personas. Como tsunami avisador que retira sus aguas dejando descubierto el fondo lodoso del mar con todos sus secretos para tornar enfurecido y reclamar lo que él cree que es suyo; por eso, gobernantes, empresarios, y quien sea crea damnificado ahora en la pandemia miran a diestra y siniestra buscando a quién culpar Buscando ‘chivos expiatorios’ o ‘vacas estúpidas’, da lo mismo. 

Lo que no se quiere reconocer es que esto es producto de una educación castrada que tampoco sabe para dónde va y menos reconoce sus responsabilidades, y también tiene sus ‘vacas estúpidas’.

Olvidamos lo que es la Axiología, su objeto; también se olvidó que los valores pueden ser naturales, económicos, políticos-sociales, éticos-morales y estéticos. Y de quién es la culpa, sino de la Escuela y lo que ella contiene. Sí, la responsabilidad es uno de los valores que estudia la Axiología, que es “la rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los valores y juicios valorativos”.

La responsabilidad hace referencia a un valor presente en la conciencia de la persona, que puede adquirir gracias a su inteligencia emocional con el trascurrir de los años; es metacompetencia que supone entrenamiento disciplinado y sistemático, lo cual la formación escolar debió proporcionar.

La persona responsable se caracteriza porque tiene la virtud no solo de tomar una serie de decisiones de manera consciente, sino también de asumir las consecuencias que tengan las citadas decisiones y de responder de las mismas ante quien corresponda en cada momento. Friedrich Wilhelm Nietzsche, filósofo alemán, sentenció que no “es por cuestiones divinas lo que nos sucede, es por nuestras decisiones”. Por todo esto y por el esfuerzo que se debe hacer para alcanzar este valor, son muy pocos los que están dispuestos a pagar el precio para lograrlo.

No es que seamos irresponsables e incompetentes, la culpa es de las ‘vacas estúpidas’ o del Covid-19, para el caso es lo mismo.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.