Contra Covid-19, Resiliencia

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OSWALDO.SANCHEZNo cabe la menor duda que hoy vive la humanidad una crisis que nadie previó y menos calculó sus consecuencias. Las crisis no son para naufragar en ellas sino para superarlas, son oportunidades para salir engrandecidos tras su paso.

Al respecto así dice el médico y rector de la Universidad Simón Bolívar, José Consuegra Bolívar: “Que este episodio tan nefasto (Covid-19) que representa, quizás, la mayor crisis reciente de la humanidad, que nos ha enrostrado tanto nuestras grandes debilidades como el abuso al que hemos expuesto al planeta,-nos empuje a construir una sociedad más equitativa y respetuosa de los recursos naturales, valorándolos por encima de cualquier otro interés mezquino” (resaltado nuestro).

El Maestro debe ser optimista por definición, debe transmitir esta condición a sus niños escolares de modo que el lema de prestigiosa universidad nacional brille y sea realidad en estos tiempos de angustia y desesperanza: “post tenebras spero lucem”. De igual pensar es el argentino Alejandro Lerner cuando canta: “Y que mañana será un día nuevo bajo el sol/ Volver a empezar…/ Volver a intentar…/ Volver a empezar …”.

Entonces, vale preguntar: ¿por qué ante un mismo problema hay personas que logran superarlo en poco tiempo y otras, no? ¿Por qué, ante una tragedia algunos son capaces de levantarse, seguir adelante y otros, no?

La Historia de la Humanidad está plagada de ejemplos de personas, sociedades y países que han sabido sacar ventaja de las crisis donde otros han sucumbido. Pero también los hay de quienes prefirieron seguir postrados, reptando y llorando las cebollas de Egipto. Las razones son variadas. Una de ellas se llama: resiliencia.

La RAE define resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado de situación adversos”, por lo que se convierte en mecanismo de supervivencia. Pero hay un elemento adicional que no trae la definición y marca la diferencia: sacar provecho de ello.

Es importante que se entienda que las personas no nacen siendo resilientes, aprenden a serlo. Y lo aprenden bien sea en casa viendo a sus padres sobreponerse a las dificultades, o en la Escuela atendiendo al Maestro que le ayuda a superar obstáculos, cambiar hábitos y creencias de manera creativa e innovadora.

Los tiempos que se está viviendo y los que vendrán producirán unos impactos incalculables, de los no se salvarán ni los niños. Así dice el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef): “Los niños son las víctimas ocultas de esta pandemia. Estamos preocupados por los impactos a corto y largo plazo sobre su salud, bienestar, desarrollo y perspectivas”.

Cerrada la Escuela, ¿Quién preparará a nuestros niños para salir abantes? ¿Serán los padres, abatidos y sumidos en la pobreza desde siempre? ¿Quién les queda? No tienen ejemplos qué imitar, ni quién les brinde estrategias cognitivas, conductuales, ni de regulación emocional. ¿Qué hará la escuela por ellos? Parece que nada, pues seguirá cerrada.

La Federación Colombiana de Educadores (Fecode) no es origen de alternativas de solución y cambio; están ocupados en denunciar que “El desempleo y la pobreza se agravarán por el Coronavirus”, pero no presentan alternativas desde la Escuela; o que “Aún falta mucho en Colombia para implementar la educación virtual”, pero nada dicen de cómo pueden ellos sostener y fortalecer una cultura de la virtualidad. Más aún, se niegan a hacerlo.

Pero no todo está perdido. Debajo de esas cenizas aún se pueden hallar brazas encendidas que permitan avivar el fuego de la esperanza. Habrá personas y comunidades resilientes que indiquen el camino a seguir.

Tal es el caso de Luz Esperanza Pacheco Martínez, maestra del grado Primero en la IE Técnica Jorge Eliecer Gaitán Ayala, sede psicopedagógica, del Líbano, Tolima, quien en medio de esta crisis y fiel a su misión docente debió reinventar sus labores y diseñar nuevas estrategias para educar a sus 33 niños entre los cinco y seis años, que le fueron asignados al inicio del año escolar.

El aprecio y reconocimiento por su labor le fue manifestado en día de su cumpleaños, cuando en serenata improvisada frente a su casa estudiantes y padres de familia le dijeron gracias, guardando los distanciamientos sociales, portando mascarillas y sin besos ni abrazos, imitando el ejemplo de docentes plantoneros que salen a las calles en pie de lucha.

Es el lado ético de la resiliencia. “Las personas resilientes siempre aportan un aspecto ético a sus conductas. Son personas un poco más morales, ya que tras haber sufrido empatizan más con los que se encuentran en esa situación”.

Por lo menos eso dice Roger Muñoz, psicólogo clínico, profesor asociado de la Universidad de Valencia y portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de la Comunidad Valenciana. Ojalá tenga razón.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.

 

Última actualización ( Sábado, 25 de Julio de 2020 11:51 )