Día Mundial de los Océanos: ¿Celebración o clamor?

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Nuestros océanos cubren tres cuartas partes de la superficie de nuestro planeta, contienen el 97% del agua, son responsables del 30 % de la captura de carbono. Además son la fuente de ingresos para 3 billones de personas que dependen de la vida marina y costera para su supervivencia. Sin embargo, la vida debajo del mar está cada día bajo mayor presión por nuestras acciones e inacciones.

Cada año estamos tirando a los mares del planeta 12 millones de toneladas de plásticos y 80 % de aguas residuales sin tratamiento. Las cifras de la sobrepesca se calculan en 33%. Los llamamos nuestros océanos. Pero ¿qué estamos haciendo con ellos?

Nacer en la pequeña isla de Providencia para mí no fue una casualidad. Mi vida estaba destinada a estar vinculada a los océanos incluso antes de que mis padres imaginaran que iba a nacer. Mi bisabuelo materno Pong Jay de origen asiático cruzó los océanos para llegar a estas pequeñas islas, que se convirtieron no solo en su refugio, sino en su vida misma, porque nunca más se volvió a ir.

Se enamoró del paraíso que encontró a principios del siglo pasado y sembró sus raíces. De ahí se desprende una generación de navegantes, pescadores, científicos y -por qué no-, soñadores. Todos lo hemos sido a lo largo de nuestras vidas, y nuestra mayor fuente de inspiración ha sido “el mar”.

A las tres de la mañana se levantaba sigilosamente y tomaba su primer tinto del día. Sus redes y aparejos los preparaba desde la noche anterior para no despertar a los demás. Salía de madrugada porque comprendía la vida en el mar y la psicología de los peces. Lo que los científicos hoy en día llamamos ecología. Tenía certeza de dónde se concentraban, a qué horas se alimentaban, cuáles se reproducían, en qué momento y cómo podría lograr la mejor y mayor pesca del día de acuerdo con la fase lunar. Sabía la posición de los astros en el firmamento, la inclinación del sol, la fresca brisa de la mañana. Este era mi querido abuelo, James Jay Bent, quien dedicó toda su vida a su familia y a la pesca. En esos días, el regreso de la faena era una fiesta. Cuando regresaba su canoa, con el viento como único combustible porque era propulsado a vela, porque los motores fuera de borda no existían aun, llegaban las señoras con sus hijos a buscar el pescado del día. Al que no tenía con qué comprar se le regalaba, porque uno de los mejores recuerdos de esos días era el amor, la generosidad y la solidaridad de nuestra gente.

Mi abuelo ‘Dadi’ para sus nietos e hijos y ‘On’ para los adultos, terminó inspirando a sus nietos en el arte de pescar y navegar, pero también a algunos de sus hijos. Me acuerdo de mi madre, quizás una de las primeras mujeres pescadoras, junto con las amazonas o mujeres aguerridas de la isla de Santa Catalina, aquellas mujeres guerreras que pescaban y cultivaban la tierra, y también parían un sinnúmero de hijos, herencia de estas islas.

No hay duda, desde una perspectiva científica, pero también espiritual tenemos que reconocer que nuestros océanos están en crisis y tal vez esta historia para las generaciones venideras se convierta en solo una fábula o una fantasía más. Su voz retumba más fuerte con cada tormenta que llega y el mar furioso devora la costa como si se tratase de una venganza por el maltrato que le hemos dado. Aborta peces, tortugas, ballenas cuando no es posible para estos organismos soportar la falta de oxígeno en las aguas o la cantidad de plásticos, temperatura del agua o la contaminación por aguas residuales y también por los antibióticos que llegan al mar haciendo bacterias más resistentes y por lo tanto peligrosas para la vida en el mar y la tierra.

No puedo hablar solo del océano que baña nuestras islas, sería una actitud simplista y egoísta. Tengo que hablar de ese gran ecosistema de nuestro planeta azul, donde todo está interconectado, donde la vida marina solo encuentra límites en las fronteras de los ecosistemas y disponibilidad de nutrientes, y eso no está determinado por fronteras políticas, como históricamente hemos querido manejar el mar. Debemos verlo como un sistema integrado, que requiere tanto de los esfuerzos políticos como del compromiso de la sociedad en general.

¿Qué significa para nosotros que la ONU haya proclamado el período 2021-2030 como la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible? ¿O el 2020 a 2030 como la Década de Acción sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible? ¿O el decenio de la restauración de los ecosistemas 2021-2030? Estas declaratorias no tienen sentido como gestos políticos, si no hay un compromiso de todos los humanos que habitamos, vivimos, nos beneficiamos y disfrutamos de la belleza y majestuosidad de nuestros océanos.

¿Pregunto, tú qué estás haciendo? Sí, ¡tú! ¿Qué acciones transformadoras y efectivas estás dispuesto a generar en beneficio de nuestros océanos? Y no solo en una fecha como hoy en que hablamos de los océanos, organizamos actos conmemorativos y llamamos la atención sobre nuestros mares. Con esto, honramos el legado de nuestros ancestros, pero necesitamos asumir ciertas conductas y conciencia para garantizar la supervivencia de nuestra descendencia. Distintos a la celebración.

Sé que Santi mi hermano, el pescador, sale cada día, y acaricia ese mar en busca del sustento de su familia. También sé que lo hace con una fuerte responsabilidad para cuidar el futuro de los demás como lo hizo nuestro abuelo ‘On’. Y aquí, mi clamor. Miremos la vida sencilla del pescador. Volvamos al origen. Aprendamos a cuidar mejor nuestros océanos, nuestro mar, nuestra vida, nuestro presente, nuestro futuro.

 

Última actualización ( Lunes, 08 de Junio de 2020 15:35 )