Pensamiento desobediente

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MARIAMATILDEHace pocos días el escritor Mario Vargas Llosa advirtió sobre la equivocación que tenemos los habitantes del planeta al usar la palabra-confinamiento para referirnos a la imposibilidad de salir a la calle como resultado de la actual pandemia.

Dice que el verdadero significado de confinamiento es el que atañe a “la pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto de su domicilio”. Argumenta que esa palabra no se corresponde con la realidad, que la situación encierro en que vivimos no deviene de imposiciones dictatoriales sobre nuestra libertad; que es todo lo contrario, que “estamos en un aislamiento temporal fruto de gobiernos democráticos que tomaron medidas legales para evitar la propagación de la pandemia, gracias a consensos mínimos”. Que el mismo Instituto de Lexicografía de la Real Academia de la Lengua propone modificar o corregir su significado en este sentido. 

Sé que el nobel que lo precede me inhibe la contradicción pero no estoy de acuerdo con usted señor Vargas Llosa. Pertenezco a la multitud, al populacho, el gentío que dice las cosas como las siente sin que el elemento colectivo le quite veracidad al sentimiento.

Y sí, estamos condenados. Este encierro es el cumplimiento de la pena por haber confiado en sistemas de gobierno oprobiosos que privilegiaron la renta sobre cualquier consideración humanista. Los mismos que pretender llevar la vocería de la salud y que otorgaron dispensas a las transnacionales que priorizaron unas investigaciones sobre otras por razones de mercado. Luego del Sars, Ebola, la gripa aviar H1N1 ¿que esperaban que viniera?

Señor Vargas Llosa ¿de qué libertad hablamos? ¿Será la de escoger entre Wollmark y Home Center? ¿O escoger entre Google y Chrome? ¿De escoger entre G4 o G5?, o elegir entre morir de miedo o de pandemia. ¿De verdad usted cree que somos libres?

Estamos tan subyugados por el consumo que creemos que la libertad es elegir entre un producto y otro. Es tan eficiente el autoritarismo del mercado que no nos damos cuenta que los hierros de nuestras prisiones son códigos de barras tan neoliberales como la usura.

El combate a la pandemia lo hacemos a ciegas. Como en un juego de ping-pong giramos la cabeza a las recomendaciones que hace la Organización Mundial de la Salud, la FAO, la Organización Panamericana y cualquiera que acredite una charretera dorada con una vara de Asclepio. Hasta Bill Gates aparece hoy como un eminente virólogo.

Señor Vargas Llosa, sí estamos confinados en el sentido que no le gusta a usted ni a la Real Academia de la Lengua. Confinados por sofisticadas redes de poder, tan bien tejidas que nos convirtieron en incautos creyentes del destino.

La realidad de hoy, la pandémica, la viral, la del confinamiento y el miedo colectivo son algo más que una astucia de palabras. Salga a la calle señor Vargas Llosa, hágase anónimo con el tapabocas, camine entre la gente como si alguien vigilara sus movimientos y constate usted mismo, que el Homo Ludens o El Hombre que juega como dice Johan Huizinga, está a punto de desaparecer y de eso no tenemos la culpa nosotros los que solo tenemos derecho a los malos pensamientos y a palabras mal interpretadas.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.

Última actualización ( Lunes, 25 de Mayo de 2020 17:32 )