Generación espontanea

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Durante siglos la ciencia dio una explicación a la concepción de la vida que hoy suena absurda: la generación espontánea, también conocida como la ‘autogénesis’, sostenía que la vida podía empezar de la nada, a partir de la materia inerte. No fue sino hasta que Francesco Redi en 1668 demostró que era todo falsedad.

Redi puso carne cruda en dos frascos, el primero lo dejo abierto y el segundo lo cerró con cuidado. Como era de esperarse el frasco abierto se colonizó con moscas y sus huevos; en el segundo en cambio no hubo ningún ser vivo que surgiera de la putrefacción. Con sencillez destronó una teoría avalada por eminencias desde los tiempos de Sócrates.

La ciencia una vez más se adelantó en sus demostraciones a aquello que a la sociedad le cuesta todavía entender.

Como en el experimento de Redi, no existen los problemas sociales espontáneos, no surgen de la materia inerte ni no son mágicamente impuestos. Toma tiempo armar el hábitat de la mosca, toma tiempo propiciar las condiciones para que se den las larvas y para que ellas vuelen luego, prestas a colonizar otras carnes rancias.

No hay, no existe la violencia espontanea, ella está siempre sembrada en la putrefacción, se alimenta del descuido, del desinterés, de la mirada esquiva. Se cocina en un caldo de pobreza y no se disipa con discursos liberales del que dice que ‘todo depende del esfuerzo individual’.

Un pueblo que nada en sus heces, se abstiene del conocimiento y la tecnología, del arte y la lectura, de la meditación que permite solo el ocio, en una maraña de malos tratos, de desigualdades e inequidad, sabe que no es de humanos contentarse con el destino y bajo la presión de la historia y el descontento surge la revolución.

Está claro que no basta que se le mire a los ojos a un niño con cáncer para que se cure, que no hay forma de cruzar un rio embravecido sin un puente; de igual manera, no se le puede pedir al campesino que ayune los desechos que alimenta para otros con el sudor de su frente, como no se puede evitar que la mosca posea la carne podrida en el frasco que no se cuida.

Pero como en la biología, pocas veces uno más uno es solo dos, la suma de generaciones excluidas no provoca un único problema: se potencian los males, los rencores, los odios, mientras que se vuelve un valor ser el más malo, el más infame.

Sobreponerse a eso equivale a negar todo el entorno, tan difícil como renunciar a lo establecido, al orden social que designa quien nace para ser_alfa y quien para ser una_épsilon. Y ahí está, la respuesta de una sociedad que cree en lo que se creía en el 1600, que de la nada saldrán entes porque cree que no pesa en ella la responsabilidad de todos sus marchitos.