En el Archipiélago, donde cada ola parece llevar consigo un susurro de libertad y esperanza, se dibuja una inquietud entre los rostros de nuestra comunidad: ¿cómo estamos forjando a nuestra juventud?_En hogares donde la permisividad se disfraza de amor y la disciplina se convierte en un eco cada vez más débil, sembramos las primeras semillas de una desconexión progresiva con los valores que nos sostienen como sociedad.