Después de 17 años de ausencia y varios de discusiones sobre la necesidad de revivirlo, se logró este año realizar de nuevo el Green Moon Festival. Espacio vital para un archipiélago  cada vez más lejano, amenazado en su propia identidad  y en la integridad de su territorio (Por Gloria Triana).

Por estos días en las islas se ha venido emanando tanta energía impregnada de distintos hechos que se podría pensar, figurativamente desde luego, que se juntaron y desencadenaron en la formación del huracán Sandy que lastimosamente causó tantos daños a nuestros países vecinos.

A ningún gobernante le iría mal si cumpliese con todo lo que le dictan el Presupuesto General  de Ingresos y Gastos y el Plan de Desarrollo. Y si prestara atención a la moral, a la ética, y a la crítica constructiva, así como el paciente pescador atiende la orientación de las estrellas en altamar.

Con el cierre apoteósico del segundo gran concierto el domingo por la madrugada; con las inolvidables presentaciones de Kassav y Gyptian, amén del brillante desempeño de las bandas locales; y con la variedad y calidad de todas las actividades que se ofrecieron; el Green Moon Festival dejó claro el mensaje de que volvió para quedarse.

¿Es Colombia, mi tierra, un país racista? Soy colombiano, sanandresano, y no soy racista. Por definición un racista es diminuto en su espíritu, y no puede ser de otra manera; es la única ancla que le permite convivir con su más íntimo desdén: el suyo propio.

El 26 de octubre de 1912, hace un siglo, el Congreso de la República de Colombia decretaba la creación y organización de la Intendencia Nacional de San Andrés y Providencia, constituida por el Archipiélago del mismo nombre. Aquel hecho marcó para siempre un cambio rotundo en la vida del pueblo de las islas.