A solo una década de cumplir 500 años de vida citadina, Cartagena enfrenta una de sus crisis más apremiantes. En una combinación infeliz de desigualdad, pobreza, violencia, corrupción, inseguridad, pernicia social, prostitución, narcotráfico, permisibilidad, falta de autoridad, irrespeto, malas mañas, abusos y una desesperanza que crece entre las comunidades.

La urgencia regularmente se come a la importancia. Hay una morbosa intensión que mantiene a pueblos enteros pendientes de las situaciones críticas, adobando pensamientos con titulares en rojo brillante y varios adjetivos, nos podemos perder rápidamente en el estridor de una guerra al otro lado del mundo, o en un desastre natural del que apenas habíamos oído hablar, un poco antes del encabezado.

Continuamos con las bellas noticias dominicales. Hace ocho días el Señor nos invitaba a trabajar a su viña, a lo que esperaba una respuesta no con palabras sino con hechos. Hoy nos pone en un puesto muy alto, pero también muy desafiante y comprometedor: somos la viña del Señor. Esta gran noticia, la presenta Jesús en la parábola de los viñadores homicidas, y en ella encontramos cuatro momentos que vamos a reflexionar.

Lola es un nombre ficticio, pudo haber sido Juana, María o Teresa, es más pudo haber sido un joven músico raizal, o dos jovencitos que se atreven al mar en los restos de lo que fue un jet-ski. Lo cierto es que su nombre en vida fue Yuranis Vanegas Peña (24) y perdió la vida en las inmediaciones del Haynes Cay el día 8 de septiembre pasado.

Tengo la teoría de que las mujeres inventamos la palabra quizás. Un adverbio de duda que sugiere la chance de que aquello que menciona sea verdadero o de que acontezca. La inventamos seguramente, para no pasar al frente con acusaciones que nos pusieran en peligro.

En esa perspectiva es importante no desaprovechar el-full_potencial del ‘poder blando’ de lo raizal a la hora de tratar de concretar tanto nuestro sueño de acercamiento al Caribe como la de avanzar la agenda de reivindicación étnica al interior y al exterior de nuestra aflictiva frontera azul.