Desde de la nueva Constitución de 1991 en nuestro sistema democrático electoral se presentaron varios cambios que conllevaron entre otros a la elección popular de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles.
Este ejercicio buscó que el ciudadano escogiera libremente a sus dirigentes dentro del marco que se presume debía ser transparente y que fueran las personas más idóneas, más capacitadas, pero sobre todo con el más alto índice de compromiso los que accedan a los cargos de elección popular.
Por eso en las regiones surgen las personas buscando este favor del elector, algunas con perfiles no muy convincentes, otras con trayectorias que son carta de presentación para un desempeño posterior en la cosa pública.
Para el caso de los gobernadores como ciudadano con todo el derecho que me da la Constitución de la República de opinar libremente y expresar mi pensamiento, me gustaría que el sistema electoral permitiera la figura del vice-gobernador que fuese elegido por el pueblo y que contara con su aprobación a través del voto mayoritario.
Así cuando el titular tuviese que desplazarse por motivos de su cargo para adelantar gestiones ante el alto gobierno; o para cumplir con encargos de su fuero, el cargo local quedase a cargo de su vice elegido popularmente y no por funcionarios de segundo nivel que si bien pueden ser personas de excelentes calidades personales, no fueron elegidos para regir los destinos de un ente territorial.
A mí decididamente no me gusta que me gobierne alguien por quien no voté y que a veces por limitaciones jurídicas haga -entre otras cosas- que se detengan las iniciativas de gobierno ante la ausencia el titular, por temor, desconocimiento, o alguna otra razón.