Entre los círculos académicos del país se acepta, de forma casi irrefutable que Colombia sencillamente es un país de espaldas al Caribe. Son múltiples las ponencias y publicaciones de entre los más respetados académicos nacionales en las que se critica la actitud de la dirigencia tradicional por mantener una concepción exclusivamente andina y por nunca haber superado la mentalidad del Réspice Polum.
Dicen estos académicos que el país nunca ha dejado de ver exclusivamente hacia la estrella del norte y dejando pasar las otras estrellas que se encuentran en medio del camino. Inclusive, dicen algunos que “no hay una estrategia clara de inserción en esta zona y pareciera que seguimos acordándonos del Caribe cuando Colombia necesita votos para alguna candidatura internacional, como ya ocurrió durante las campañas de César Gaviria para ser elegido Secretario General de la OEA, o de Luis Alberto Moreno cuando aspiraba a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)”. Se dice también que “al país tampoco le interesa construirse como líder permanente en la región Caribe, pues tal vez subvalora su importancia frente a otras”.
Lo importante aquí no es lo que se diga o se haya dicho. Lo importante es que todas estas acotaciones han hecho mella en el imaginario popular y hoy en día aquellos sectores que han abogado por un mayor acercamiento hacia la región del gran Caribe se sienten hablando solos hacia paredes sordas. Pero, ¿en verdad lo están? ¿Estarán hablando solos? Tal vez no. Lo cierto es que históricamente Colombia ha sido un país dual, un país andino y caribeño a la vez. Un país que nace de sus montañas pero crece en sus costas. Un país que mira hacia el mar como medio para llegar a otras tierras. Con esto no estoy arremetiendo contra el gran número de académicos y periodistas que han sostenido la tesis del aislamiento del país.
Por el contrario, soy consciente del gran trabajo que todas estas personas han hecho tanto por la academia nacional como por el desarrollo mismo de las políticas estatales. Por medio de sus cátedras, sus libros, sus charlas y sus artículos, estas personas han presionado a las diferentes instituciones para incrementar, aún más, dicho acercamiento. Se han encargado también de recordarle al pueblo colombiano y a los diferentes gobiernos, todos los hilos de conexión que tenemos con nuestros hermanos caribeños, las oportunidades de acercamiento y los posibles medios de contacto entre los pueblos. Es innegable la relación entre el diseño de las políticas de Estado y las corrientes de la academia, que a su vez varían de acuerdo al desarrollo del acontecer mundial. Así se crea una especie de trinidad de poderes que finalmente convergen en lo que es el devenir de la política exterior nacional.
Esto corresponde a una serie de coyunturas y procesos que sencillamente hacen que la atención de gobierno-academia-instituciones estatales se dirija hacia otros sectores y otras regiones.
Lo que falta es un compromiso verdadero o existe escasa formulación de políticas de larga duración. Todo esto es cierto y es tan cierto que hoy, la región Caribe constituye uno de los objetivos más importantes de la política exterior colombiana. Se ha entendido, gracias al constante recuerdo de grupos de personas académicos y Empresarios, de que la región Caribe es Colombia y de que Colombia es Caribe; de que como nación abierta al mundo estamos tomando conciencia de nuestra “caribeanidad” al mismo tiempo que no abandonamos nuestro sentimiento andino; de que expandirnos al Caribe es más que una necesidad coyuntural, es un deber que como nación juntos debemos emprender.
A pesar de que el Caribe es de gran relevancia por sus elementos económicos, entre los que se encuentra una inmensa riqueza ambiental, cultural, y de geo-estrategia, nuestra relación con los países caribeños se ha visto limitada, entre algunas razones, por barreras culturales, idiomáticas, y estructurales. Asimismo, se han visto notablemente influenciadas por los cambios en la geopolítica y en la economía mundial. Sin embargo, somos conscientes de que Colombia cuenta con una incalculable dotación de recursos, posibilidades de vías de comunicación, diversidad étnica, capacidad de adaptación y de vinculación a grandes centros de crecimiento económico. Ello, sumado a nuestra posición geográficamente estratégica, nos hace una pieza clave dentro del proceso de integración de América Latina y el Caribe.
Por William Bush Howard
*Internacionalista.