"A otros tiempos otros cuidados", escribió Voltaire en su Tratado sobre la tolerancia en 1763. Se refería a que no se puede purgar al presente porque al pasado lo acometió un virus u otros agentes infecciosos. Esta reflexión puede entenderse como un modo de soltar amarras y avanzar, guiados por las señales luminosas del horizonte generadas por la experiencia y sus lecciones.
Así pues, este 2025 no debería mirarse con la misma lente del año anterior para ver tales signos (aunque la sociedad suele tardar en comprenderlos bien y comúnmente asume el hoy con las mismas recetas de ayer, inclusive, con de las de antier; por ende, no voltea a mirar desde el principio el nuevo horizonte con auténtica expectativa de resultados diferentes). Y si aplicáramos el razonamiento volteriano en el caso de San Andrés, podríamos advertir cuáles son estas nuevas señales en el horizonte de este 2025 que se observan en el panorama del turismo, en particular.
Por ejemplo, ya no se teme que la isla quiebre por falta de turistas, ya que las cuatro aerolíneas que actualmente conectan la isla con el continente ya cubrieron las frecuencias que dejaron de operar Viva Air y Ultra Air en el 2023. Como resultado, retornó el crecimiento en la afluencia de visitantes. Más de un millón, informó el gobernador Nicolás Gallardo.
Es decir, el motor de la economía insular se está estabilizando y de lograrlo la balanza podría inclinarse en los próximos 365 días hacia el lado del progreso y su continuidad en el largo plazo. Esto implica un cambio de actitud y un modo distinto de afrontar el 2025.
Así que el destino debería concentrarse este año en trabajar por alcanzar niveles de competitividad con altos estándares de calidad. Esto incluye mejores costos y beneficios para los turistas, la innovación de productos locales (y de buena calidad), como la infraestructura turística, en general. Y la seguridad, por supuesto. Quizá implementar algunos incentivos tributarios que resulten atractivos, como ofrecer exenciones de impuestos a los grandes eventos de concurrencia masiva, por citar un ejemplo.
Lo propio debería hacerse con los viejos y graves problemas como la falta del alcantarillado pluvial, el aseo de la ciudad, el tráfico automotor, entre otros servicios públicos de importancia que son vitales para el buen vivir de los turistas y habitantes de la isla. A estas alturas de la vida no hay excusa que valga la pena para seguir aplazando la solución —por completo— de tales atrasos.
En fin, son muchos los frentes de trabajo que hay que realizar en adelante. Depende entonces de la disposición real del gobierno departamental de llevar a cabo la tarea y ejecutar las obras y acciones imprescindibles. Y del ojo vigilante de la ciudadanía para que los recursos públicos provenientes de los impuestos de todos sean empleados debidamente y no caigan en las fauces insaciables de la corrupción que espera la ocasión perfecta para tragarse una tajada cualquiera del erario.
El interés del Estado tiene que estar puesto en mejorar lo presente: San Andrés lo requiere, la razón lo aconseja, y la política no debe interponerse (es un año electoral). Por lo tanto, este 2025 puede ser el año de las realizaciones y los cambios prometidos, un reto acorde con un gobierno cuyo pregón es, justamente, "avanzar es posible".