El balance del encuentro de representantes de las comunidades anglo-afro descendientes efectuado en San Andrés el 16 y 17 de diciembre pasado, podría tener implicaciones sin precedentes para las islas y en particular para la diplomacia y la reivindicación étnica, si de ello se consolidan ejes de acción y una estructura institucional - diplomática que haga realidad el anhelado deseo de reconexión con el Caribe.
Para las islas el acercamiento al Caribe es una aspiración étnica e histórica trascendental y su impacto es mucho más relevante que un capricho diplomático y coyuntural. Pero la retórica hasta ahora ha sido más fuerte que las ideas y ha habido una ausencia de impactantes acciones concretas. Es una promesa electoral pendiente que podría por fin materializarse.
La cumbre apunta a que las cosas podrían cambiar, con prioridades renovadas y una idea más clara de lo que arrojaría un reenganche con nuestro mundo Caribe al que le hemos dado la espalda mientras nos enfocamos más hacia nuestro país, en gran parte por preocupaciones de soberanía derivadas de tendencias separatistas del pasado y la disputa territorial con Nicaragua.
Un acercamiento al Caribe además de servir para pasar la página del diferendo territorial con Nicaragua, contribuiría a corregir una injusticia del estado colombiano con la etnia y la cultura raizal, atendería asuntos de soberanía territorial derivados del fallo de La Haya de 2012, y ayudaría a enfrentar retos comunes que adquieren dimensiones alarmantes como el cambio climático, la sobreexplotación pesquera y el creciente narcotráfico.
La cumbre anticipa avances en prioridades culturales, lingüísticas, económicas y comerciales, aprovechando la complementariedad histórica, cultural y lingüística con el Caribe anglosajón y la construcción de políticas exteriores desde el territorio y la comunidad, que son garantías de éxito si todo llega a ser plasmado en el papel y luego se ejecuta en la realidad.
Pero obliga a enfocarnos en el hecho de que nos han prometido acercamientos similares que nunca llegaron a ser realidad. Además, la prometida estrategia Caribe aún no está lista después de dos años en diseño. Y el acercamiento y diálogo con nuestro vecino más importante, con quien tenemos una disputa territorial de 40 años y con quien hemos llegado a un nuevo nadir en las relaciones diplomáticas, no avanza como se esperaba pero que es indispensable para Colombia poder manejar consecuencias del fallo de La Haya de 2012.
Adicionalmente, el impulso al acercamiento se da en el marco de una coyuntura de desafíos en la gobernanza presidencial y una dolorosa restricción fiscal y presupuestal nacional (aunque algo positivo es el hecho de que se reabrirá el consulado en Bluefields y un raizal podría ser el cónsul).
Retos de la diplomacia étnica
Aún nos asalta la duda de si las pocas acciones de la llamada ‘Estrategia Caribe’ son coherentes y si existen lineamientos claros con una hoja de ruta. Los resultados de la cumbre podrían concentrar mentes en Bogotá y en las islas otorgando una plataforma para darle mayor dinamismo a cualquier estrategia.
Ello podría darse con mayor fortaleza si esta importante cumbre se enmarca en un intento de mayor liderazgo y protagonismo regional de Colombia, que se facilita por la retirada de Venezuela como poder regional principal en el área. Como también si la diplomacia étnica juega bien sus cartas, en particular llenando vacíos en las actuaciones nacionales y ejerciendo presión para que avancen las agendas locales.
Hay cuatro aspectos de la cumbre que vale la pena resaltar en relación a lo étnico:
Primero, la cumbre demuestra que quedaron atrás las dudas sobre las intenciones del gobierno nacional de facilitar nuestro acercamiento a pueblos anglo-afro descendientes del Caribe de similares culturas a lo raizal. Y hay un interés grande de actores sociales en la reivindicación étnica e intereses económicos de las islas en que se avance.
Segundo, al otorgar protagonismo a la cuestión étnica es evidente la intención del gobierno nacional en la continuidad de una tendencia que se inició en relación a La Haya de otorgarle peso a lo étnico raizal en las consideraciones de política exterior colombianas. Y ahora se eleva aún más la cuestión étnica como mecanismo fundamental de acercamiento al Caribe.
Tercero, la cumbre consolida la intención de usar a las islas y la cuestión de empatía y solidaridad étnica para reforzar la presencia colombiana en diversos organismos multilaterales caribeños y en particular en la Asociación de Estados del Caribe (AEC). San Andrés es pilar en todo ello por cuenta de su afinidad no solo con el Caribe sino con las prioridades que definen la política exterior del gobierno Petro, en particular la defensa de los derechos humanos, en nuestro caso los étnicos.
Cuarto, el comunicado de nueve puntos de la cumbre señala la intención de institucionalizar el encuentro con la propuesta de creación de la Confederación de Pueblos Afrodescendientes del Caribe Occidental, que formaría un ‘espacio de representación’ ante la AEC. San Andrés podría ser anfitrión de una cumbre de sus ministros y jefes de estado en mayo de 2025, algo que podría catapultarla hacia una dinámica diplomática sin precedentes si se aprovechan las oportunidades.
Podría también el archipiélago ser actor importante en las relaciones del país con el CARICOM, a la cual Colombia pidió hace poco ser aceptado como miembro asociado. Es posible que el componente étnico sea garantía de éxitos y por eso es importante que el liderazgo étnico ejerza presión para impulsar intereses locales, como ocurrió después del fallo de 2012.
Sus principales retos son asegurar consistencia en toda estrategia diplomática, un alto nivel de coordinación entre los diferentes actores involucrados, cerrar la brecha entre promesas y acciones, que no sea algo coyuntural y sortear debilidades estructurales de la política exterior colombiana que históricamente ha subordinado al Caribe.
¡Cero incongruencias!
Algo urgente es acabar con la incongruencia entre la promesa de fortalecer lazos comerciales y económicos y mejorar la conectividad marítima y aérea y al mismo tiempo imponer obstáculos a los mismos. La cumbre coincidió con un hecho lamentable y doloroso. Después de dos años de intentar conseguir permiso para operar una ruta comercial marítima entre San Andrés y nuestras islas hermanas de Corn Islands, un capitán raizal abandonó la isla porque las autoridades no le quisieron dar permiso.
El tiempo dirá si esta nueva ráfaga diplomática caribeña eliminará los obstáculos que han impedido un acercamiento al Caribe o si más bien todo quedará en ya el voluminoso baúl de las promesas incumplidas de buena parte del Estado y su metrópoli andina.