Por años los cartageneros estuvieron inmersos en un espíritu de abatimiento de tal magnitud, que solo el 13 por ciento de ellos creía que las cosas marchaban por buen camino. Era cruda materialización de la desesperanza generalizada, el desencanto, la falta de confianza en los líderes. Esa situación está cambiado de manera notable.
Analizando los indicadores mostrados por Cartagena Cómo Vamos en su último informe, se colige que esa sensación de frustración y abatimiento se ha ido convirtiendo en un mayor estado de ánimo social en el gobierno del alcalde Dumek Turbay Paz. De aquel triste 13 % se pasó en un año a un convincente 49 %, lo que no solo es satisfactorio, sino que demuestra que hay nuevos componentes en los factores de complacencia ciudadana.
Algo, entonces, está cambiando. Me atrevería a decir que no solo algo, sino que es mucho lo que se está logrando para que se haya dado ese salto de canguro en la percepción de mejoramiento en la gente. Si los cartageneros quieren una ciudad diferente a la que en los tres últimos lustros frustró sus anhelos, tal parece que ahora advierten que el camino del cambio está al frente y es preciso recorrerlo para ir construyendo la Cartagena del futuro.
El lenguaje que ahora se escucha en el gobierno de la ciudad está adornado de palabras que invitan a la acción, a tener una mentalidad triunfadora, a pensar en grande, a dejar atrás el pesimismo, a rescatarle a Cartagena su grandeza para colocarla de nuevo en el epicentro de las grandes decisiones, a convertirla otra vez en el faro que iluminó el gran Caribe. No es narrativa de ilusión ni confrontación, sino invitación a la unificación de voluntades, a sumar esfuerzos para lograr metas colocadas en la cima. Porque la transformación que se requiere no se logra de la noche a la mañana, es proceso arduo que requiere trabajo de persistencia, convencimiento mental y espiritual, entendimiento de lo que debe ser el accionar de la política en beneficio colectivo.
Todo encaminado a extirpar el cúmulo de problemas anidados en el cuerpo de una ciudad que ha estado cuasi moribunda: pobreza, hambre, falta de oportunidades, inseguridad, violencia, desorden social, movilidad reducida, informalidad, irrespeto. El alcalde Turbay conoce el enorme reto que tiene entre manos y los sacrificios que debe asumir cada día para lograr sus objetivos. También sabe que si quiere dejar un legado debe seguir trabajando sin descanso, con visión y acción, como lo está haciendo, para moldearse la talla de los verdaderos líderes.