Cuando se habla de conservación de la cultura, en la charla se pueden plantear tantas tesis como personas acudan a la discusión. Por ejemplo para Edward Taylor* (1871) la cultura o civilización, tomada en su sentido etnográfico más amplio “es ese todo complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad”.
Sin embargo, la Unesco en el 2002 promulgó que "La cultura es el conjunto de rasgos distintivos espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a una sociedad o grupo social. Incluye no solo las artes y las letras, sino también los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias".
Y ahí se complica, porque tenemos que definir cada concepto por separado para poder establecer el todo. ¿Que entendemos por sociedad? ¿Quiénes hacen parte? ¿Qué es costumbre? Cuando se modifica una costumbre, ¿se pierde la cultura?
Por ejemplo, para definir quienes forman parte de nuestra sociedad, tendríamos que considerar un punto de partida histórico único y, desde ahí, declarar quien es y no migrante, quien trae otra cultura y cuál es la que hay que conservar, para luego precisar ¿Cuándo comienzan los migrantes a hacer parte de la sociedad? Y ¿cuándo comienzan sus hábitos a fundirse con la cultura establecida?
Las tradiciones en sí mismas crean otro dilema: ¿es el progreso el antónimo de la tradición? Por ejemplo ¿es cultural tener un pozo de agua en el patio? Entonces ¿se pierde la cultura si se consigue agua potable y corriente en las casas?¿Es el racismo cultural? Porque hay épocas en la historia en las que estas prácticas eran no solo sistemas de valores, sino incluso ley, quizás la referencia de algunos que buscan los tiempos del great again.
Me gusta usar el dompling para hacer estas preguntas. Los dumplings son una parte integral de muchas cocinas alrededor del mundo, especialmente en la asiática. Y aun así, un día se puso a nadar en nuestro rondón y ahí se quedó a vivir.
¿Es esta una muestra de globalización sutil y deliciosa? Sin embargo, elude los juicios de quienes podrían conservar sólo los orígenes europeos y africanos de nuestra etnia y nadie en su sano juicio sacaría a este toque oriental del plato. En esta categoría caben también los iconos de navidad, que vistos desde la óptica del Caribe, son poco menos que absurdos: un hombre nórdico en un traje de invierno, con un pino decorado con luces y nieve, todas imágenes que son poco probables en el trópico.
Las preguntas continúan casi de manera infinita. Y está bien hacérselas, para plantearse qué es en realidad el conservacionismo y qué una simple xenofobia.
* Edward Taylor (1801-1868) ingeniero y arquitecto británico, también dedicado a la antropología, que se radicó en Buenos Aires (Argentina).
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.