El domingo es siempre un día especial, día de encuentro con el señor resucitado, día de las buenas noticias, día de la comunidad cristiana que se reúne para celebrar y alimentar su fe. El mensaje de este domingo se centra en nuestra misión de profetas.
El profeta en el Antiguo Testamento era una persona elegida por Dios, en primer lugar, para estar de frente a Dios, y descubrir su rostro maravilloso y su misericordia infinita; pero, luego debe hacer que muchos lo busquen y lo vean. Y cuando vemos a Dios, nos cambia la vida y nos compromete a ser profetas que trabajan y luchan para implantar el derecho y la justicia en medio del pueblo. Los invito a centrarnos en tres expresiones tomadas de la Palabra del Señor que nos deben quedar grabadas en la mente y en el corazón.
La primera expresión: “Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas” (Zac 2, 2). Esta frase que está contenida en el libro de Ezequiel es un acto de fe de Dios en el profeta, un ser humano como cualquiera de nosotros, con virtudes y defectos. De igual forma nosotros fuimos llamados por el Señor a ser sus profetas, y ese llamamiento ocurrió el día en que recibimos el Sacramento del Bautismo. Fuimos consagrados con el Santo Crisma para la triple misión de sacerdotes, profetas y reyes. Ojalá entendamos lo grandioso que es este Sacramento, es el llamado fundamental de Dios a cada uno de nosotros, con nombre propio a ser sus profetas. Por eso, los invito a dejar resonar estas palabras en nuestro corazón: hijo de Adán, yo te envío como mi profeta para que lleves mi mensaje a tu casa, a tu familia, a tu trabajo, a tus amigos.”
Somos profetas llamados y enviados en nombre de Dios. Dios confía en nosotros y cuenta con nosotros, así como somos, a sabiendas de nuestras limitaciones y fragilidades. De arrancada no nos pide que seamos santos; nos pide que empecemos a caminar; por el camino, a medida que conocemos el amor de Dios se curarán las propias heridas y se ayudará a cerrar las de los demás. Por el camino crecerá nuestro compromiso de ayudar a implantar el derecho y la justicia ahí donde pasamos las jornadas de la vida.
Segunda expresión: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa” (Mc 6, 5) Esta advertencia viene desde el antiguo Testamento, y el mismo profeta Ezequiel la escuchó: “yo te envío a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí”. Es un anuncio desalentador, pero al mismo tiempo es realista. Hablar de Dios, promover el derecho y la justicia es una tarea que tiene muchos opositores, comenzando por quienes están al lado nuestro. Cuando los padres de familia corrigen a sus hijos, reciben juicios severos; cuando un ciudadano pretende ser honesto se convierte en piedra en el zapato para el sistema corrupto que impera. Defender la familia y promoverla como escuela de fe y de valores, puede estar costando una desalmada crítica social; cuando un cristiano quiere vivir las exigencias de la fe debe estar listo a ser catalogado como ignorante o como desocupado. Tal vez, al igual que Jesús, también recibamos críticas por proceder de origen humilde y sin apellido de renombre. Y toda esta reacción negativa, que experimentó Jesús entre los suyos, la experimentaremos los cristianos entre los nuestros.
La persecución, la crítica, la calumnia, la burla, acompañan al verdadero profeta del Señor. La misión profética siempre encuentra terreno hostil. Los intereses del mundo van en contravía del Evangelio, y quien predica el mensaje de Cristo tiene que saber que su mensaje va en contra del mundo. El profeta no puede predicar lo que el mundo quiere oír, su misión es anunciar el mensaje de Cristo. El mundo necesita oír hablar de Dios; el mundo está hastiado de mensajes que ensordecen el alma. Zacarías, al ser nombrado profeta recibe esta advertencia: anuncia, “te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos” (Zac 1, 5).
Tercera expresión, muy consoladora: “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad”. Aquí está el bello mensaje de este Domingo. La misión que Dios nos encomienda está soportada en la gracia de Dios y no en nuestras capacidades humanas. Esta es la garantía sobre la cual podemos realizar con tranquilidad nuestra tarea profética. El Apóstol san Pablo hace una afirmación muy profunda y hermosa. “Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que reside en mí la fuerza de Cristo. Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (Cfr 2Cor 12, 7b – 10).
A todos los cristianos el Señor nos dice, “Yo te envío como profeta en medio de un mundo rebelde”, pero encontramos en san Pablo una verdad que nos reconforta: “mi gracia te basta”. Padres de familia, sean profetas de sus hijos, de sus amigos, de sus vecinos, sin temor a la crítica; recuerden que cuentan con la gracia de Dios y eso les basta. Queridos cristianos que se desempeñan en medio de la sociedad, ejerciendo cargos públicos, no se dejen apabullar por la corriente de la injusticia y de la maldad, tengan la seguridad de que la gracia de Dios les basta. Todos los bautizados que queremos vivir nuestra fe, el mundo nos quiere encerrar y borrar para que Cristo no aparezca más, tenemos que mostrar con valentía y decisión el rostro hermoso y misericordioso de Dios, seguros de que no son nuestras capacidades las que más cuentan, sino la gracia de Dios que nunca nos abandona.
Estos son mi madre y mis hermanos, los que como María se dejan llenar de la gracia de Dios y anuncian al mundo la bella y confortante noticia de que Jesús que viene a llenarnos de alegría y a dar sentido nuestra vida.
-------------------
Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.
