Los hechos noticiosos de la izquierda colombiana poco a poco han ido dejando el monte, a donde debía correr la prensa nacional a realizar el cubrimiento respectivo. Muchas veces guiada por un olfato periodístico muy parecido a la fe. Aunque no por completo, todavía, lamentablemente.
Hoy día buena parte de esa izquierda gobierna el país. Gracias a los acuerdos de paz con el Estado y a la democracia. Uno de los personajes noticiosos de aquel entonces es el actual presidente de Colombia. Quien ahora trata de encontrar ―bajo el orden constitucional― pista de aterrizaje a las ideas que lo llevaron a combatirlo.
¿Cuál ha sido el papel de la prensa en este primer gobierno de la izquierda colombiana?
A mitad del mandato del Presidente Gustavo Petro, es posible distinguir las puntadas particulares con las que los medios de comunicación nacional han tejido su trabajo periodístico en estos dos años últimos.
Con afortunadas excepciones, son notorias la beligerancia imparable, casi epidémica, y el descuido por la verdad de los periodistas. Vale decir, publicar comentarios como noticias, opinión como información, refritos como novedad. Otros, intentando normalizar los conflictos de intereses o inclinando la balanza hacia el lado de intenciones distintas a las del periodismo, la ética, y la legalidad, inclusive.
Desde todos los ángulos hemos visto frecuentemente afectadas ―por las distorsiones de la propaganda y los oportunismos― a la información y hasta la misma realidad. Lo que le ha impedido a la 'opinión pública' contar con elementos de juicios importantes que le sirvan para juzgar con mayor cuidado los resultados alcanzados hasta ahora por el actual gobierno.
Especialmente los positivos. Por ejemplo, en materias como la economía, las reformas aprobadas, operaciones contra el narcotráfico, realce de las regiones olvidadas, política internacional, entre otras.
También se ha hablado poco ―o sin profundidad― sobre las victorias legales de la oposición, como la inexequibilidad de la ley con la que se creó el Ministerio de la Igualdad declarada por la Corte Constitucional por vicios de trámite, para citar sólo un caso contrario.
Que existan medios apoyando al gobierno o a la oposición, no es nada nuevo. Pero ello quebranta la noción de periodismo. Puesto que el propósito de informar acaba siendo abandonado por el de difundir, sobre todo, ataques verbales que rayan con la injuria o la calumnia. No obstante, es vital destacar que ha habido medios independientes dispuestos a poner su lupa en todos lados, por lo que gracias a ello los colombianos hemos sido informados de los actos de corrupción que tampoco han faltado en este gobierno, en la oposición y el sector privado. Pero son muy pocos, a mi juicio.
En estos casi dos años de gobierno de la izquierda, por los medios de comunicación del país, con muy pocas excepciones, en este caso también, se han visto circular sin filtro infundios, bulos y patrañas, calumnias e injurias, y ‘fake news’, cuyo alcance ha sido mayúsculo debido a la magia de los algoritmos. Los que han generado reacciones apasionadas de los fanáticos defensores del gobierno o de la oposición, a través de los mismos medios y en otros ámbitos.
Otro aspecto de la situación son las cuestionadas reacciones del presidente Petro en las redes sociales a las noticias que considera desinformadoras, que algunos periodistas perciben o juzgan temerarias. Incluso como amenazas a la libertad de prensa. Empero, hasta la fecha sólo se ha visto a un presidente ejercitando un discernimiento nunca antes visto entre un jefe de Estado y la prensa dentro del nuevo orden que se ha establecido en el mundo digital.
En fin, en estos dos años hemos visto una actividad periodística afectada por la desconfianza de sus destinatarios. Cecilia Orozco, ex directora de Noticias Uno, durante un conversatorio en la Universidad de Manizales, consideró que «estamos viviendo políticamente, y en el periodismo, un momento crítico. Este es un gobierno que nos está probando (a la sociedad y al periodismo) a ver si es verdad que somos demócratas. El actual es un gobierno desunido del establecimiento, pero estamos perdiendo la batalla».
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.