Por ahí dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Y en efecto así es, porque por más que el panorama se vea tan oscuro, siempre sale un rayito de sol que viene a iluminarnos. Hace muchos años, atendí a dos adolescentes, hoy en día dos jóvenes que transitaron por este sistema y superaron las adversidades.
La primera de ellas, era una adolescente que mostraba hostilidad la mayor parte del tiempo, la que no se dejaba de nadie y que creía en ese entonces, que con violencia solucionaba sus problemas. En contraste, era muy inteligente, le gustaba estudiar y decía que iba a ser una profesional; pero mientras ese sueño se cumplía, tenía que pasar por un proceso de privación de libertad lejos de su tierra, en una ciudad fría y desconocida donde tuvo que enfrentarse a muchos desafíos.
Estar encerrada en un centro, lejos de su familia, con costumbres diferentes, pero al mismo tiempo, con la posibilidad de iniciar un proceso de cambio en su vida, al aprender nuevas maneras de desenvolverse en sociedad. Es así como se convierte en una adulta y al salir, como toda una profesional, la vida nuevamente la pone a prueba, cuando en medio de una situación de índole personal, se deja llevar por esos rezagos del pasado, de una niña herida que no está dispuesta a tolerar abusos, y en medio de una riña termina ocasionándose una lesión que pudo dejarle secuelas permanentes en una mano.
Es así como ésta situación se convierte en el fondo que ella tenía que tocar y lo que la lleva a darse cuenta que, sólo ella tenía que tomar la decisión de romper esos patrones y superarse, así que tomó las riendas de su vida, y siendo madre, comenzó a responsabilizarse por sus actos, y no sólo buscó ayuda profesional para su mano, sino que comenzó a emprender, y hoy en día es una joven que, no sólo logró independencia financiera sino también, logró cortar con esos lazos de violencia de su pasado.
De igual manera, recuerdo con mucho cariño a una adolescente en particular, oriunda de otra ciudad, quien terminó privada de la libertad en la isla tras tomar una mala decisión y dejarse envolver en las redes de lo ilícito. Cuando la abordé inicialmente, me encontré con una adolescente de tez blanca, con una cara muy bonita y una sonrisa que trataba de esconder la angustia que sentía tras su aprehensión en el peor panorama posible: sola, sin red de apoyo y encerrada lejos de casa. Pero, cuando creía que su situación no podía empeorar, me cuenta un día, en medio de una atención, que no le había llegado su periodo menstrual. “Dios mío lo que faltaba” pensé inmediatamente, pero, en un intento por no mostrar mi preocupación, le dije que iba a informar y conseguirle una prueba casera para salir de dudas.
De esta manera es como comienza un nuevo capítulo en mi vida profesional y en la de ella: Adolescente gestante privada de la libertad. ¿Ahora qué hacemos? Le decía a mi jefe, ante un mar de incertidumbre por su condición y sus circunstancias personales y familiares. Conforme fue pasando el tiempo, y en contra de lo que se esperaba, pudo llevar un embarazo “normal” hasta el séptimo mes, cuando luego de varias solicitudes y gestiones ante la autoridad competente, se autorizó su retorno a su ciudad de origen, para que allá continuara con su proceso y pudiera estar cerca de su familia.
Finalmente nació una hermosa y saludable niña a la que apodé cariñosamente como la “cachaquita isleña” y a la que tuve la posibilidad de conocer en persona un tiempo después, encontrándome con una joven más madura y centrada, que pudo aprender de esta cruda experiencia y seguir con su vida. Siempre que podía, me daba las gracias por el apoyo recibido durante ese proceso, cuyo impacto tan profundo no entendí hasta cuando tiempo después me confesó que, si no hubiese sido por mí, ella se hubiese quitado la vida…
NOTA DE ACLARACIÓN: En aras de respetar la confidencialidad de los casos mencionados en el presente artículo, se omite la identidad y otros datos personales de sus protagonistas.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.