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Ecos de la FILBO 2024

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NADIN.MARMOLEJO.NUEVA2020Tras asistir a la Feria del Libro de Bogotá, adviene –casi siempre– una ristra de pensamientos e inquietudes, síntesis de un estado de ánimo derivado de ver millones de libros y miles de visitantes que se dan cita en el recinto de Corferias, unas a ciegas, otras por azar, o adquiridas con suma anticipación.

Resulta fabulosa la disparidad entre la concurrencia masiva a este evento y los cambios fundamentales que supone la lectura en el pensamiento humano. Luego asaltan las inquietudes, redundantes, quizá. O, recurrentes, más bien. ¿A dónde va a parar tanta invención? ¿Es falta de tiempo para estar con los libros lo que no permite un mayor índice de lectura en Colombia? ¿Son los libros un objeto de difícil acceso o son otras las razones de la escasez de lecturabilidad que indican las estadísticas?

No obstante, la FILBO permite ver, como lo viera Ernesto Sábato en su ensayo 'La Resistencia', que "en diferentes grados, la capacidad creativa pertenece a todo hombre, no necesariamente como una actividad superior o exclusiva". Es decir, la creatividad humana ha estado siempre presente en el devenir de la vida, es una habilidad vinculada a su propia naturaleza.

Por lo tanto, siempre será preferible –o definitivo– ofrecerle cada vez más espacios como este a la gente para que esta “facultad de crear, capacidad de creación” (como define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española a la creatividad) que el ser humano posee, se abra campo y más personas tengan la posibilidad de profundizar aprendizajes elementales o trascendentes o significativos para su formación.

Por esta y otras razones es vital el respaldo ciudadano, el gubernamental y el de la empresa privada a eventos como la FILSAI (Feria del Libro de San Andrés, Isla), por ejemplo. Pues, constituye un mensaje para los jóvenes del archipiélago para que nunca pierdan la esperanza y cada vez que tengan al alcance un libro no duden en brindarle su atención, con ojo crítico y dispuestos a hacer con el conocimiento adquirido cosas mejores.

A propósito, posibilitar a los niños y jóvenes de cualquier condición social la accesibilidad a mejores condiciones de lectura y a los libros (sin importar la abundancia de estos), es una tarea ―inherente al Estado, a los gobernantes, a la familia y a los docentes― que sigue sin hacerse como debiera. Quizá porque no es visto como un modo de inclusión, como lo ve María Teresa Andruetto, escritora argentina, quien plantea que "el arte nos recuerda quiénes somos, nos propone una de las inmersiones más profundas en nosotros mismos y en la sociedad de la que formamos parte".

Lo que lleva a otra inquietud, está sí más aterrizada: ¿Cabe atribuir responsabilidades por ello a nuestra precaria democracia, a los políticos, a los partidos, a los gobernantes de turno, a los líderes de opinión, al Estado, y a un contrato social ‘ciudadanos-país’ imperfecto e insuficiente? ¿O a todos los anteriores?

Por último, debo destacar la participación isleña en la FILBO 2024 con la colección editorial ‘Vestigios del Iota’, producida por el colectivo sanandresano Mamaroja Company; el lanzamiento de la novela inédita ‘Da so e go’, de la escritora Hazel Robinson Abrahams; y la presentación del libro de cuentos ilustrados ‘Historia política poética posible de Colombia’, en el que participó la escritora Edna Rueda Abrahams. Es justo reconocer sus vivas presencias allí, los méritos de sus obras, y la ilusión despertada por un futuro mejor de las artes y las letras insulares.

Gracias a ello, los vientos de Iota resonaron en las paredes del auditorio José Asunción Silva y su eco impactó de nuevo hasta las lágrimas a los artistas y asistentes tras removerlos de la memoria. Y la conciencia de la hiperbólica y apocalíptica noche aquella del 15 de noviembre de 2020 y la madrugada del 16 volvió a hacerse presente, aunque esta vez, cuatro años distante y convertida en imágenes presas del pasado… Porque, ahora Providencia y Santa Catalina reverdecen y apuntan hacia nuevos horizontes.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

 

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