¿Qué recuerdo de la infancia? Recuerdos de maltrato hacen pausa en los labios de adultos que mencionan que su infancia no fue bonita, ni feliz. Hacen aclaraciones sinceras no para ellos sino para los que vivieron infancias distintas.-Las imágenes que se destapan muestran un cuidador o cuidadores...
Las imágenes que se destapan muestran un cuidador o cuidadores, no siempre una madre, no siempre un padre, hay otros cuidadores. Imágenes desajustadas a aquellas infancias que corretean jugando en el patio detrás de las gallinas emergen desajustadas de cuidado, de historias antes de dormir, de palabras amorosas, de rituales a la hora del baño, del aroma de un maternaje.
Aparecen largos periodos de silencio cuando se tantean aquellos recuerdos de infancias marcadas por el abandono y la violencia. El recuerdo empuja al cuerpo adulto hacia una habitación oscura, lo ensimisma. Después de poner en palabras hay que airear el corazón.
Con tal nitidez se ve el brocado de las cortinas desamarradas que oscurecieron la habitación y la infancia. Los encierros se dieron junto a los amigos imaginarios que se paseaban por la casa ayudando a aquel niño o niña a sobrevivir a cuidadores violentos. Imágenes de abuso sexual. Castigos crueles bajo la inclemencia del sol, de huidas cuando fue posible escapar.
“Con mis hijos soy distinto - distinta”. Mencionan ahora que son adultos y ven a través de un espejo su propia infancia. Crearon una infancia feliz para sus hijos.
Muchos de los recuerdos de la infancia se despejan alrededor de la comida y de lo que acontecía en este momento. Los ingredientes principales dejan entrever donde transcurrieron los primeros años de vida si en un vereda o corregimiento del norte de Colombia o en regiones cortadas por el tiempo como la isla de San Andrés.
Los adultos que hablan de los traumas en la infancia lo hacen en espacios seguros y de cuidado. En lugares donde se acogen sus palabras y su silencio. Ponen afuera lo que tramitan. Remiendan de distintas maneras su niñez. Piensan con nostalgia en sus amigos imaginarios y en las cartas dedicadas a ellos.
Si en la infancia fueron acallados ahora hablan apropiándose de su historia. De esta historia la de la vida adulta. Son cuidadores amorosos que se piensan distinto el rol de ser cuidador o cuidadora. Remendar los traumas siendo adulto implica enhebrar y deshebrar una y otra vez la experiencia infantil que no fue bonita ni feliz.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.