En este Triduo Pascual hemos venido reflexionando sobre las joyas espirituales de cada uno de los días. En la celebración de la vigilia Pascual encontramos cuatro joyas de inmenso valor: la Esperanza, la Luz del Resucitado, el Bautismo y la Palabra de Dios. Dejaremos para la Pascua otras joyas igualmente valiosas.
Comencemos con la esperanza. El cristianismo es por esencia religión de esperanza; nuestra actitud debe ser la expectación. Vivir anhelantes de un mundo mejor, en espera de la tierra prometida. Las lecturas de hoy pretenden mantener vivo el sueño de Dios de conformar su propio pueblo, libre y en una tierra que mana leche y miel. Esa historia nace con Abraham, se hace visible con Moisés, pero al llegar el nuevo Testamento, los sueños se han desmoronado y apenas queda una llama débil en el corazón de un pequeño resto del pueblo de Israel; con la venida de Jesús vuelve a encenderse esa llama. Pero cuando todo mundo espera que Jesús sea su liberador, es crucificado; sin embargo, su cruz no es de muerte sino de vida. La esperanza cristiana nunca muere pero hay que cultivarla siempre.
El Santo Padre ha propuesto el Jubileo ordinario del 2025 con el lema: “Peregrinos de la esperanza”. En la carta de convocación al jubileo explica que escogió ese lema, porque después de la afectación de la pandemia, además de hacernos ver el drama de morir en soledad, la incertidumbre y la fugacidad de la existencia, ha cambiado también nuestro estilo de vida... en medio de las guerras y grandes dramas sociales que vivimos, “debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras”. El Sábado Santo es un día de esperanza, de expectación en la aparición gloriosa del Señor y por lo tanto la resurrección del sueño de un mundo justo y fraterno.
La segunda Joya es la Luz del Resucitado. La muerte de Jesús ocurrió el viernes santo y la tierra quedó oscurecida. La Vigilia comienza en la oscuridad y la tierra quedó iluminada; esto nos recuerda que éramos esclavos de la oscuridad del pecado, pero el Señor, Jesús, nos ha hecho libres muriendo por nosotros en la cruz. Con su resurrección, Jesús nos trajo nueva vida, la vida del Resucitado. Allí nos hizo nuevo pueblo escogido de Dios y vino a ser nuestra luz para conducirnos a la tierra prometida”. Por eso encendemos el fuego y el Cirio Pascual mientras cantamos nuestra alabanza con el pregón pascual, un himno muy antiguo que anuncia a los cuatro vientos la resurrección del Señor que llega como luz.
Con el Resucitado ha cambiado totalmente la perspectiva de la historia: la muerte da paso a la vida y la oscuridad a la luz; vida que no muere más y luz que no volverá a apagarse. La piedra del sepulcro está quitada y da paso a la luz que traspasa la oscuridad. Hemos sido llamados a compartir la luz de la Resurrección de Jesús en un mundo de tinieblas. Como rayos de luz que atraviesan el pesimismo y la oscuridad, podemos llevar la Esperanza de la Resurrección a este mundo oscuro y cansado. Hoy es un día de luz, la luz de Cristo resucitado debe iluminar el mundo entero.
Tercera joya, renovamos nuestro Bautismo. La Vigilia Pascual tiene un momento bello y especial donde recordamos nuestro bautismo, renunciamos al pecado y manifestamos públicamente nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. El pecado rompe nuestra relación de Hijos del Padre Celestial, y Jesús resucitado restaura esa relación con Dios Padre; por eso al recordar hoy nuestro bautismo en la madre de todas las vigilias nos hace vivir en profundidad que somos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Renovar el Bautismo es renovar nuestra identidad de Hijos del Padre celestial y discípulos misioneros comprometidos con Cristo resucitado a anunciar al mundo la verdad de la resurrección. La Vigilia pascual reactiva nuestro compromiso bautismal, y nos hace responsables de la construcción de una sociedad justa y fraterna.
La cuarta joya es la Palabra de Dios que se hace realidad en nuestra historia de ayer y de hoy. En la Vigilia Pascual hay abundancia de Palabra, y en cada una de las lecturas se describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación nos lleva a comprender que Dios sigue acompañando hoy la historia de nuestros pueblos. La Noche Pascual es la Noche de la Haggadá, cuando los padres hebreos transmiten a las siguientes generaciones la fe en el Dios de Abrahám, de Isaac y de Jacob, que es un Dios no de muertos sino de vivos. Es la Noche Pascual, el momento en el que se narran todas las maravillas que Dios ha hecho a favor de su pueblo.
Felices Pascuas para todos. Mantengamos viva la esperanza que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros; lo cual será posible si retomamos nuestros compromisos bautismales y encendemos la luz del resucitado en las oscuridades del mundo, proclamando su palabra que nos alienta y nos sostiene.