Un eslogan de campaña electoral es una frase con la que se busca resaltar lo que se pretende hacer en caso de lograr la aquiescencia del voto popular. A menudo, llega a convertirse en el nombre con que se identifica al gobierno del candidato elegido.
Ha transcurrido un poco más de mes de la posesión de Nicolás Gallardo como gobernador de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, cuyo eslogan de campaña fue ‘Avanzar es posible’, y que ha pasado a ser el sello oficial de su gobierno.
Pues, bien, hablemos de avanzar. En la actualidad insular, avanzar implica reflexionar sobre los múltiples síntomas del deterioro de la convivencia social, el predominio de los intereses particulares sobre los de la comunidad y la necesidad de una genuina conducción gubernamental en las islas, básicamente. Por lo tanto, resolver esta problemática será un paso fundamental hacia adelante. Por lo que se esperaría que al finalizar este gobierno las condiciones básicas de existencia de los habitantes de las islas deberían ser mejores que las de antes.
Esta esperanza hace pensar que la estructuración en curso del Plan de Desarrollo se hará con base en el aprendizaje extraído de las lecciones del pasado (los planes de desarrollo han corrido, casi siempre, una suerte totalmente contraria a la que apuntaba el lenguaje con el que se escribieron). Pues, no se puede hacer lo mismo otra vez y esperar resultados diferentes. No es sensato tratar de alcanzar la transformación y el desarrollo económico sin que todos los ciudadanos e instituciones gubernamentales se deshagan del lastre dejado en el camino.
Ese desarrollo económico, según lo explica en su libro ‘Desarrollo y Libertad’ el premio Nobel de Economía Amartya Sen, es "el proceso que lleva a la expansión de las utilidades, la renta y la riqueza". Dicho de otra manera, disminuir la pobreza y generar prosperidad. Por lo tanto, avanzar para el nuevo gobierno insular involucrará remover del camino tareas que se parecen más a la tortura de Sísifo que a las tareas que contribuyen al crecimiento económico, con su interminable e inocua repetición, y que han mantenido a las islas por décadas estancadas. Por eso, un gobierno pragmático es justo lo que requieren las circunstancias actuales.
Avanzar, entonces, comprende dar pasos firmes hacia la recuperación de la seguridad y la tranquilidad perdida de todos los habitantes del Archipiélago. Es decir, derrocar el imperio del gatillo. También, consolidar lo autóctono; implementar buenas prácticas ambientales orientadas al uso eficiente de los recursos naturales; acabar con la espera eterna de un acueducto y alcantarillado eficientes para todos; mejorar los ejes fundamentales de la industria turística y dejar de centrar la atención en la simple masificación de los visitantes.
"La riqueza no es más que un instrumento para conseguir otro fin", decía Aristóteles. Así que si estos pasos no se dan, no habría avance al final de cuentas.
Para medir sus avances, el gobernador Nicolás Gallardo podría tomar en consideración el consejo de Felipe Jiménez Ángel, profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales, especialista en Estadística Aplicada y Magíster en Políticas Públicas, y ex secretario de Gobierno, Planeación y jefe de Gabinete de la Alcaldía de Bogotá, en el sentido de implementar un centro de gobierno territorial. Se trata de un instrumento que le permitirá mejorar la eficiencia, la transparencia y la capacidad de cumplimiento de los objetivos gubernamentales. Ya lo implementó Bogotá y parece que ha sido de gran ayuda para avanzar.
La idea es que al terminar este cuatrienio, al volver la mirada hacia atrás se pueda ver la distancia recorrida y a la gente teniendo significativamente unas mejores condiciones de vida.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.
