No bien se asomaba el hermoso caballito de mar por la ventanilla del avión cuando el auxiliar de vuelo anunció, con el característico tono de voz de su oficio, “señores pasajeros, nos estamos acercando a la isla de San Andrés, capital del Departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, Reserva de la Biosfera Seaflower”…
Para, luego continuar: “aproximadamente en diez minutos estaremos en el Aeropuerto Internacional Gustavo Rojas Pinilla.” Qué alegría observar por la ventanilla ese característico color que cambia de verde azulado a azul intenso y, en el medio, el especial caballito de mar de nuestra amada isla.
Continúa nuestro anfitrión con las indicaciones de clima y cómo realizar la maniobra de desembarque y demás, agrega las siguiente frase: “en razón a la posición geográfica del archipiélago y según la regulación vigente se les solicita que retrasen su reloj en una hora, sesenta minutos –aclara–, que es la diferencia horaria de este archipiélago con relación a la porción continental del país”.
Colombia adoptó, mediante la Ley 91 de 1914, la Convención internacional para la creación de una Asociación Internacional de la Hora y por ende el huso horario GMT para todo el territorio nacional. En 1982, por el Decreto 2707 del 16 de septiembre del Ministerio de Desarrollo Económico, adoptó el Tiempo Universal Coordinado (UTC) menos cinco horas como su hora oficial.
Con ello cambiaron usos y costumbres en gran parte del país. Siendo la ciudad de Bogotá el eje central los habitantes del extremo derecho del país, los departamentos del Vichada y Guainía, inician las labores del día con un relativo retraso de la hora sol, a diferencia del territorio insular del extremo izquierdo quienes se levantan una hora antes que realmente amanezca.
Visto desde el lado de soberanía estatal, muy bonito, homogéneo, todo un país que late al unísono. Pero…para la óptica del raizal, agricultor, ganadero o pescador y los demás que necesitan la luz del sol naciente en el desempeño de sus funciones, es un recorte puesto que las islas del archipiélago se ubican 12º al oeste de la capital, una hora equivale a 15º.
De ‘taquito’ se impone la doble jornada: “tenga pa’ que lleve”. Muchos de los raizales se ven en la necesidad de priorizar la ‘hora oficial’ dejando, por ejemplo, la de la agricultura a un lado. Por tanto se presentó una ruptura de los lazos fraternales generados por el intercambio de bienes que tanto se distingue en el archipiélago que con el tiempo representa un duro golpe a su soberanía alimentaria. Ahora pagan por productos que antes ellos mismos producían para la venta y el intercambio.
Despierto con el golpe del tren de aterrizaje y el chirrido de la fricción de las llantas contra la pista del pomposamente bautizado Aeropuerto Internacional Gustavo Rojas Pinilla. Cual pesadilla me estrello con la realidad de una cultura menguada, subvalorada, en una isla descuadernada donde reina la impunidad, el sobreuso de los recursos naturales y el caos.
*cofundador de Help 2 Oceans Foundation
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.